Características de los personajes presentes en el fragmento
Caracterizar sería determinar los
atributos peculiares de alguien, de modo que claramente se distingan de los
demás. Los personajes son la pieza fundamental de una
obra literaria. Por ello es vital una adecuada caracterización. Todos tenemos
algo que nos hace únicos; nuestra forma de hablar o mirar, la manera de
caminar, de reaccionar ante determinadas situaciones, un tic nervioso, un gusto
determinado, un rasgo físico; no hay, en definitiva, dos seres iguales. Esto es
aplicable a la literatura.
Un personaje que no tenga rasgos físicos o espirituales diferenciadores sería un
personaje común; y los personajes comunes aburren.
De la misma
manera se debe tener en cuenta que sus rasgos diferenciadores deban ser
manejados con prudencia. En la realidad, hay personas a las que se conoce como
raras por alguna razón específica.
En la literatura
estos personajes pueden llegar a parecer inverosímiles si no se les trata con
ingenio. Un personaje raro debe tener una justificación poderosa para serlo de
forma que el texto literario tenga la suficiente credibilidad.
En la caracterización de los personajes en
literatura el primer paso es la identificación de cada personaje. Cuando se ha
logrado identificar y caracterizar al narrador, el escritor está dispuesto a
dar el siguiente paso. El autor es quien
realiza una obra. En literatura es quien la escribe (no sólo el que la firma.
Existe también la figura del negro). Narrador es el personaje que cuenta la historia, quien lleva el relato.
El protagonista es vital:
se impone la caracterización del protagonista. El
protagonista es la esencia de la historia, el centro del conflicto y, por tanto,
sobre el que recaerá el peso fundamental de la anagnórisis o reconocimiento; es
a la vez el personaje con el que más interactúa el lector.
Hay varias formas de clasificar a
los personajes. Aparte de la física,
en la que se describe el aspecto y el modo de vestir (que puede tener mucha
importancia, como el color verde del vestido de Adela en La Casa de Bernarda
Alba); desde un punto de vista psicológico
y siguiendo una relación de los personajes
más importantes de la obra, se describe cada uno de ellos, indicando cómo son
su temperamento, sus reacciones, la forma de desenvolverse ante determinadas
circunstancias...
Se
distinguen dos tipos de personajes:
- Personaje redondo:
evoluciona su psicología a lo largo de la obra o del texto, sufre altibajos
emocionales, duda, comete errores, sale airoso de situaciones difíciles, ofrece
actitudes un tanto cobardes en ciertos momentos, etc.
- Personaje plano: no
evoluciona absolutamente nada a lo largo de la obra o del texto, nos aparece
como héroe salvador desde la primera hasta la última página, o como villano
cruel que comete mil atrocidades desde el principio hasta el final, por
ejemplo.
También
podemos diferenciar entre el personaje protagonista,
los personajes secundarios y el personaje antagonista (el que se opone claramente al
protagonista, su “enemigo”).
Tomando a los personajes como definidores del contexto junto al tema
que refleja el autor en la obra, hay diferentes tipos de personajes en la
creación literaria:
1.-
Estereotipos, lo cuales representan ciertas
connotaciones "marcadas", tratando el autor de destacarlas del resto
de otros personajes más vulgares o cotidianos.
Hay
diferentes tipos de personajes estereotipados:
a) Héroes individuales: con
características sobresalientes, por ejemplo: los detectives de las novelas
policíacas o espías de novelas de ciencia ficción.
Este tipo de
protagonistas los utiliza el autor como un recurso literario para resaltar un hecho social de una forma
exagerada.
b) Antihéroes. Este otro recurso literario, en controversia del héroe individual, para
resaltar ciertas miserias de la vida cotidiana. Un ejemplo de antihéroe de
"Sancho Panza", de El Quijote, en donde Cervantes destaca a un ser
"ineficaz", pero en el fondo tan lleno de humanidad que el lector se
olvida de todos sus defectos.
c) Héroes atormentados. Este tipo de
personaje lo configura el autor en primera figura como fórmula de transmitir el
sufrimiento humano. Ejemplos los podemos encontrar en novelas de corte
existencialista, como, "Pedro, el médico", de Tiempo de silencio, o
el protagonista central de El extranjero de Albert Camus: personajes
"vulgares" que la vida, en un momento determinado se les hace adversa
pero que "todo les da igual".
2.-
Prototipos:
más típicos de la novela "realista". Personajes vulgares, sin más
protagonismo que el de su vida cotidiana.
El espacio
La situación física en que se encuentran los personajes es uno de
los recursos principales que los autores utilizan para contextualizar las
historias narrativas. Una novela se puede desarrollar en un lugar o en varios,
en espacios interiores o exteriores, rurales o urbanos, con los siguientes fines:
- Dar credibilidad a la historia
- Contextualizar a los personajes
- Producir efectos ambientales y simbólicos.
Los
novelistas se suelen valer de la técnica de la descripción para presentar los
espacios. El espacio es muchas veces un reflejo de las estructuras
socio-históricas del contexto en el que surge la obra. Durante el movimiento
literario realista del siglo XIX la descripción y el análisis de los espacios
alcanzaron prácticamente la misma importancia que la historia narrada. En la
literatura actual se muestra el espacio a través de los ojos de los personajes
o del narrador.
La
importancia del espacio en una obra literaria puede influir de manera
determinante tanto en el significado de la misma, como en la caracterización de
los personajes. La descripción de fenómenos de la naturaleza adversos
(tempestades, viento, frío, cielo gris, etc.) o una naturaleza idealizada,
pueden darle significados connotativos a una composición literaria. El paisaje
que describe el autor o un personaje también. Los colores que se muestran en
determinado lugar o determinados objetos también pueden ser claves para el
devenir de una novela o un drama.
En la
narración, las referencias léxicas que significan lugar, permiten la
localización espacial de los hechos relatados y, al mismo tiempo, pueden
convertirse en marcas textuales que muestran la estructura de la narración en
sí.
El tiempo
El tiempo y todas sus variaciones se expresan fundamentalmente, como
es lógico, mediante las formas verbales utilizadas. La perspectiva temporal que
el narrador adopta respecto de los acontecimientos determina el tiempo de los
verbos:
A la narración actual, en la que el narrador
relata hechos que están sucediendo en el mismo momento en que se narran, le
corresponde la forma verbal del presente. Además de usarse en algunos tipos de
narración muy concretos, como las retransmisiones en directo de radio y
televisión, aparece frecuentemente, dentro de la ficción literaria, en la novela objetivista y en los guiones
cinematográficos. El presente se utiliza también en relatos a los que se quiere
dar un valor o alcance intemporal.
La narración
retrospectiva, en la que se relatan los
hechos observándolos desde un momento posterior al desarrollo de los mismos,
exige el uso de formas verbales del pasado (pretérito perfecto simple y
compuesto), que expresan anterioridad al momento del habla, es decir, al tiempo
del narrador. La sucesión de estos verbos en pretérito perfectivo expresa por
sí misma la propia sucesión de acontecimientos. Otras formas temporales-como el
pretérito imperfecto, el pluscuamperfecto, los condicionales simples y compuesto
y el futuro compuesto- permiten ordenar otras acciones en relación con ellas,
expresando simultaneidad, anterioridad y posterioridad con respecto a las
primeras.
También puede utilizarse en la
narración retrospectiva el presente histórico, que, como ya sabemos, permite
aproximar el punto de vista del narrador- y, por tanto, del lector- al momento
del pasado en el que suceden los acontecimientos, de forma que éstos se
contemplan como si estuvieran sucediendo en el presente.
La narración prospectiva es muy poco frecuente.
Aparecen, sin embargo, fragmentos de narración en futuro en las anticipaciones
o prolepsis que se inserten en un relato de otro tipo.
Junto a las formas verbales, hay que
tener en cuenta las diferentes referencias léxicas que haga el narrador al
transcurso del tiempo:
complementos circunstanciales de tiempo
y marcadores discursivos con significado
temporal(varios años después, más
tarde, al mismo tiempo, meses antes, de repente...) son empleados
constantemente para indicar las elipsis, los saltos temporales hacia atrás o
hacia delante, la sucesión de acontecimientos o el intervalo entre ellos, su
duración, etc., y sirven además como elementos de cohesión textual, puesto que
organizan el discurso narrativo y marcan transiciones entre una parte y otra
del texto.
En cuanto a la terminología empleada,
se suele hablar de Ab initio, si la historia comienza desde el principio, In
media res si la trama se produce en medio de los acontecimientos o
en Flash-back si se narra desde el final
de los sucesos.
Tipos de narrador
En
los textos literarios hay varias voces que se pueden comentar. La voz es la que
cuenta los hechos. Si esta voz es la del narrador, puede estar en primera,
segunda y tercera persona. Si aparece en boca de los personajes es cuando
normalmente aparece el diálogo.
La
tercera persona
Normalmente,
la tercera persona dota al texto de objetividad,
o el autor trata de mostrarnos objetividad utilizando esta tercera persona:
intenta ser alguien imparcial que cuenta unos hechos con el propósito de
conseguir un efecto de verosimilitud en su creación literaria o incluso
histórica (muchos han sido los dirigentes que han contado sus supuestas hazañas
en tercera persona para conseguir que los lectores o generaciones posteriores
los creyeran “a pies juntillas”).
Otra
técnica que se emplea en tercera persona es la de la forma omnisciente, cuando a la hora de
narrar los acontecimientos, actúa como un dios que lo sabe todo y lo domina
todo. También describe todo lo que los personajes ven, sienten
y oyen; y los hechos que no han sido presenciados por ningún personaje.
El enfoque múltiple
es otra de las técnicas empleadas utilizando la tercera persona. Es el relato
de una acción desde el punto de vista de varios personajes y no del narrador
omnisciente. No hay que confundir con el diálogo.
El
autor puede también utilizar la tercera persona observadora: el narrador cuenta los hechos de los que es testigo como si los
contemplara desde fuera, no puede describir el interior de los personajes. Es
como un reportero con una cámara que sólo puede relatar lo que ve y lo que oye.
No puede describir el interior de los personajes.
Una
técnica poco usual es la de buscar un narrador para relate los hechos (es un
relato dentro de otro relato). Aparece por ejemplo en El Quijote.
La
primera
persona
Aquí
el autor pretende identificarse. Le da mayor subjetividad. Borra las diferencias entre su propia visión y el
protagonista en el que se va a ocultar. Muchas veces surge la autobiografía
(aunque ésta pueda llevarnos a un mundo ficticio). A esta técnica se le suele
llamar primera persona central.
Primera persona periférica es aquella en la que el narrador adopta el punto de vista de un personaje secundario que narra en primera persona la vida del protagonista.
Primera persona testigo. Un testigo de la acción que no participa en ella narra en primera persona los acontecimientos.
Primera persona periférica es aquella en la que el narrador adopta el punto de vista de un personaje secundario que narra en primera persona la vida del protagonista.
Primera persona testigo. Un testigo de la acción que no participa en ella narra en primera persona los acontecimientos.
Monólogo
interior
El monólogo
interior (también conocido como 'flujo de conciencia') es una técnica
literaria que intenta plasmar en el papel el flujo de presión del mundo real
y el mundo interior, imaginado por alguno de los protagonistas.
En los monólogos interiores, los escritores tratan de expresar
sentimientos ocultos o deseos reprimidos que no pueden expresar con palabras
o acciones. Son "mundos diferentes en el interior de las personas",
que en la mayoría de las veces, ocultan fantasías y pensamientos que a lo
mejor nunca podrán ser realizados.
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La segunda persona
La segunda persona corresponde, en principio, al narratario, bien sea
éste un personaje ficticio (como el de Vuestra Merced del Lazarillo)
o directamente el lector. Hay que decir que es poco frecuente y confusa. El
autor pretende analizar al personaje, su manera de ser, su pensamiento; aunque
ha cierta restricción en lo que se comunica. Se da en obras literarias donde la
narración importa menos y se da paso a la descripción de un personaje u otro
elemento (como la sociedad o cultura española en Cartas Marruecas de
José Cadalso).
Formas del
discurso:
- Narración.
- Descripción.
- Exposición y argumentación.
- Diálogo.
Tradicionalmente
los textos en prosa se han clasificado en las llamadas formas del discurso o formas
de composición: narración, descripción, exposición y argumentación. Esta
división se basa en la intención que domine en cada una de ellas y, en
consecuencia, en la distinta manera de organizar el texto: en la narración se
detallan conocimientos reales o
ficticios dispuestos en un tiempo y un espacio; en la descripción se evocan
observaciones de la realidad; en la exposición se explican ordenadamente ideas
y principios; en la argumentación, se defiende una postura y se intenta
convencer de ella al receptor. La narración y la descripción se dirigen
principalmente a la imaginación mientras que exposición y argumentación lo hacen al intelecto; los primeros son los
más característicos de la expresión literaria y los segundos de las vertientes
científica y humanística.
A
estas cuatro formas del discurso hay que añadir el diálogo, no el que se produce en situaciones reales de comunicación
oral, sino el que el autor recoge en sus textos para transmitir información al
lector.
Esta
clasificación no quiere decir que los textos se den con una de esas formas
exclusivamente, ya que en una composición encontramos mezcladas diferentes
variedades: en un cuento, la narración debe combinarse con la descripción de
ambientes y personajes que, además, pueden dialogar entre ellos; del mismo
modo, cuando argumentamos necesitamos exponer nuestras ideas y muy
probablemente describir situaciones o enunciar ejemplos de un modo narrativo.
El diálogo y sus tipos
El diálogo en sí es la comunicación
entre los propios personajes. Este diálogo refuerza la
narración, es decir, hace que el lector se crea más lo que lee; le da
verosimilitud a la obra literaria. El autor desaparece con el diálogo y “deja
actuar a los personajes” en un intento claro de dotar de verosimilitud a la
obra literaria. El diálogo procede del teatro y en el teatro es vital la catarsis:
que el público se identifique con algún personaje o con la trama argumental que
se produce en el diálogo. Una obra teatral será mejor o peor dependiendo del
efecto que haga en el público (una comedia será buena si consigue provocar la
carcajada del público).
No hay que confundir el diálogo con
“la técnica múltiple”. En la técnica múltiple, son distintos los personajes que
narran la acción (por ejemplo en Crónica de una muerte anunciada).
En la ficción literaria se
suele distinguir entre el discurso del narrador y el discurso de los
personajes. Tanto el hablar del narrador como el de los personajes se encuadran
en un proceso marcado por convenciones conocidas por el lector. Es decir, el
lector a las convenciones propias del diálogo “real” ha de sumar las propias de
lo literario (por ejemplo la reproducción en estilo directo, los signos que
suplen lo gestual). La competencia del lector permitirá contrastar el valor estilístico
de los diálogos contenidos en una obra.
El
diálogo supone una ruptura
del hilo narrativo y contribuye a imprimir un determinado ritmo al relato. Las
palabras de los personajes se han de insertar en el discurso del narrador, se
trata de citar las palabras de alguien, de reproducir un discurso distinto al
del narrador y esto puede hacerse de distintos modos. La elección de uno u otro
procedimiento de cita es ya una elección estilística y marca la distancia
del narrador respecto del personaje.
Tradicionalmente
se han distinguido las siguientes formas de representar el discurso de los
personajes:
Estilo
directo,
es el que se da en aquellos discursos en los que se citan las palabras o
pensamientos de los personajes de manera textual, tal y como se supone que
ellos mismos los han formulado. El narrador introduce un verbum dicendi y a continuación reproduce el hablar del personaje entre comillas o
con un guión, que puede ir precedido en la línea anterior de dos puntos como
marcas tipográficas.
– Pero,
¿y si él se empeña en que vaya? Criada: ¿Han
venido todos sus parientes?
– Es
muy débil... si insistimos, cederá. La Poncia: Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron
– ¿Y
si no cede, si se obstina? a verlo muerto, y le
hicieron la cruz.
También se puede
prescindir del verbum dicendi,
cuando está claro quiénes son los personajes que hablan.
En algunos
textos el autor emplea el uso de las comillas y los verbos introductorios
(marcados en negrita) que pueden ir delante o detrás de las palabras de los
personajes.
“Para mis padres, estas atenciones del maestro
eran un honor. Aquellos días de excursión, mi madre preparaba la merienda para
los dos: “No hace falta, señora, yo ya voy comido”, insistía don
Gregorio. Pero a la vuelta decía: “Gracias, señora, exquisita la
merienda”.
“Estoy segura de que pasa necesidades”, decía mi madre por la noche.
Estilo
indirecto. Consiste en un procedimiento por el
que las frases o pensamientos de los personajes son incorporados al discurso
del narrador que con sus propias palabras los resume en primera o tercera
persona narrativa. Esto supone que es la perspectiva del narrador la que
prevalece. Sintácticamente, del verbum
dicendi depende una subordinada sustantiva que se introduce generalmente
con la conjunción que.
Se marcan en negrita las señales del estilo indirecto:
“El vagabundo –narizotas, alcohólico y
trascendente– contó que se dirigía a la recogida de aceitunas, para
luego seguir hacia levante, donde pensaba hacerse barquero de agua dulce. Y explicó
que su idea era instalarse en la orilla de un río caudaloso y recoger todo
cuanto arrastrasen las aguas, que en épocas de crecidas…”
Estilo indirecto
libre. Esta
modalidad de discurso permite reflejar, de forma convincente y vivaz, el
pensamiento del personaje sin prescindir de la tercera persona del narrador.
Como marcas lingüísticas de su presencia están el uso del imperfecto de
indicativo, la reconversión de la persona yo en la persona él,
la afectividad expresiva
proporcionada por exclamaciones, interrogaciones, léxico, coloquialismos, etc.,
así como la ausencia introductoria del verbum
dicendi. En el siguiente ejemplo se marca en negrita el discurso
reproducido en estilo indirecto libre.
“En torno suyo
giraba la oscuridad absoluta, radical. ¿Tendría que acostumbrarse a ellas
eternamente? Su angustia aumentó de concentración al saberse hundida en
esta niebla espesa, impenetrable: ¿Estaría en el limbo? Se estremeció.”
Diálogo en el teatro
El
diálogo es esencial en el teatro ya que el drama se comunica exclusivamente a
través del diálogo de las figuras dramáticas (excepto en el teatro el que se
usan procedimientos narrativos o el teatro del silencio). El diálogo es la
única fuente de emisión; esto supone que al no haber un intermediario (como lo
es el narrador en el relato) incluso la presentación de las figuras dramáticas
se haga a través de sus diálogos.
El lenguaje en el teatro
presenta dos rasgos fundamentales: en primer lugar, está destinado a la
representación, esto se advierte incluso en la lectura, ya que si no se
sobrentiende una representación imaginaria, el texto resulta incomprensible;
las réplicas dejan de ser coherentes y comprensibles fuera del entorno.
Un segundo rasgo es que se produce un
desdoblamiento doble: el de los emisores y el de los receptores. El primer
emisor de un texto dramático es el autor; pero este no emite el mensaje
directamente, sino que lo pone en boca de las figuras del drama. El receptor
también es doble: las figuras se comunican entre sí, pero realmente su
destinatario es el público.
EMISOR > >
>
RECEPTOR
(Autor/Figura)
(Figuras/Público)
Tipología
del diálogo teatral
El
diálogo teatral puede clasificarse atendiendo a dos criterios: según el número
de emisores y según su funcionalidad en el juego dramático. En el primer caso
podremos distinguir entre monólogo y polílogo; en el segundo
atenderemos a si hay una participación verbal directa de las figuras o si, por
el contrario, este diálogo se realiza fuera del juego dramático –caso de los apartes.
El monólogo es un diálogo con un emisor
único, se trata de la intervención verbal de una figura cuya extensión rebasa
los límites de una réplica normal y no es imprescindible que la figura esté
sola en el escenario. Si la intervención es de un único personaje en escena, se
denomina soliloquio.
Cuando
intervienen por lo menos dos interlocutores tenemos un polílogo.
Según el número de figuras que participen se denominará específicamente duólogo,
trílogo, tetrálogo. A partir de la modalidad de tetrálogo hay una
tendencia a formar grupos en escena. En ocasiones, el polílogo se convierte en
monólogo si todos los hablantes repiten las mismas palabras, una especie de
letanía, por ejemplo La casa de
Bernarda Alba:
BERNARDA: ¡Alabado sea Dios!
TODAS:
Sea por siempre bendito y alabado.
BERNARDA: ¡Descansa en paz con la santa
Compaña de cabecera!
TODAS:
¡Descansa en
paz!
BERNARDA: Con el ángel San Miguel
y su espada
justiciera.
El
aparte puede ser de una o de
varias figuras; se da cuando una de estas figuras se aleja del juego dramático
fingiendo las demás que no se enteran de lo que dice. Fundamentalmente hay dos
tipos de apartes: aparte ad
spectatores y aparte solitario, según a quién se
destine el mensaje. En el aparte a los espectadores una figura se dirige de
manera clara al público; el aparte solitario no tiene destinatario concreto
(evidentemente esto es una ficción, el fin último de toda intervención es
comunicar algo a los espectadores). En este fragmento de El alcalde de Zalamea hay
ejemplos de apartes en diversas direcciones.
CRESPO
(Aparte.) ¡Que nunca
entre y salga yo en mi calle,
que no vea a este hidalgote
pasearse en ella muy grave!
NUÑO
(Aparte a su amo.)
Pedro Crespo viene aquí.
D.
MENDO Vamos por estotra parte,
que es villano malicioso.
(Sale JUAN, hijo de CRESPO.)
JUAN
(Aparte.) ¡Que siempre que venga, halle
este fantasma en mi puerta,
calzado de frente y guantes!
NUÑO
(Aparte a su amo.)
Pero acá viene su hijo.
D.
MENDO No te turbes ni embaraces.
CRESPO
(Aparte.) Mas Juanico viene aquí.
JUAN
(Aparte.) Pero aquí viene mi padre.
D.
MENDO (Aparte a NUÑO.)
Disimula. -Pedro Crespo,
Dios os guarde.
CRESPO
Dios os guarde.
(Vanse D. MENDO y NUÑO.)
CRESPO
(Aparte.)
Él ha dado en porfiar,
y alguna vez he de darle
de manera que le duela.
JUAN
(Aparte.)
(Algún día he de enojarme.)
¿De adónde bueno, señor?
Función caracterizadora
del diálogo
La
figura dramática aparece caracterizada de diversas maneras; lo que se diga de
una figura en acotaciones y réplicas o lo que haga, todo contribuirá a la
concreción de sus rasgos. La información caracterizadora puede proceder del
autor o de las propias figuras. Las informaciones del autor se plasman en las
acotaciones y en los contrastes que establezca entre ellas.
Las acotaciones han de traducirse a códigos
extraverbales en la representación (fisonomía, estatura, maquillaje,
indumentaria…) y verbales. Dentro de estos últimos habrá que distinguir
entre los elementos de carácter paralingüístico como la voz del actor, el sociolecto o idiolecto que utilice y
la forma que adopte el diálogo; así, el monólogo o soliloquio descubre
el pensamiento y los sentimientos; el duólogo (generalmente con un amigo
o confidente) es más verosímil para mostrar sentimientos e ideas; el
polílogo es útil para presentar a una figura desde la visión de otras
figuras del drama.
Según la procedencia de
la caracterización habrá que hablar de autocaracterización y heterocaracterización:
en el primer caso son las palabras y actos de la figura los que la presentan,
en el segundo una figura opina de otra.
Además, hay otros
elementos que el autor puede utilizar para caracterizar a una figura como puede
ser el nombre (así, en La casa de
Bernarda Alba: Angustias, Martirio…). Un ejemplo de
autocaracterización lo tenemos en Bernarda Alba, personaje monolítico, de
rasgos permanentes a lo largo de toda la obra. Al primer acto pertenecen las
siguientes réplicas de Bernarda:
a) – ¡Silencio! Menos gritos y más obras. Debías haber procurado
que todo estuviera más limpio.
b) –A tu edad no se habla delante de las personas mayores.
c) – No he dejado que nadie me dé lecciones. Sentarse. Magdalena no
llores; si quieres llorar métete debajo de la cama. ¿Me has oído?
Y
al final de la obra, éstas:
a) –Abre, porque echaré abajo la puerta. ¡Adela!
– ¡Trae un
martillo!
Yo no quiero
llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! ¡A callar he dicho!
¡Las lágrimas cuando estés sola! Non hundiremos todas en un mar de luto. Ella,
la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio,
silencio he dicho! ¡Silencio!
El mismo
personaje, Bernarda Alba, aparece heterocaracterizado en el acto primero del
drama:
Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros
gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y
volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes
de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al
levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.
(Sale la Criada)
Criada: Ya tengo el doble de esas campanas metido entre
las sienes.
La Poncia: (Sale
comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han
venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer
responso se desmayó la Magdalena.
Criada: Es la que se queda más sola.
La Poncia: Era la única que quería al padre. ¡Ay! ¡Gracias
a Dios que estamos solas un poquito! Yo he venido a comer.
Criada: ¡Si te viera Bernarda...!
La Poncia: ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que
todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he
abierto la orza de chorizos.
Criada: (Con
tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?
La Poncia: Entra y llévate también un puñado de garbanzos.
¡Hoy no se dará cuenta!
Voz (Dentro):
¡Bernarda!
La Poncia: La vieja. ¿Está bien cerrada?
Criada: Con dos vueltas de llave.
La Poncia: Pero debes poner también la tranca. Tiene unos
dedos como cinco ganzúas.
Voz: ¡Bernarda!
La Poncia: (A
voces) ¡Ya viene! (A la Criada)
Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los
pocos pelos que me quedan.
Criada: ¡Qué mujer!
La Poncia: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de
sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le
cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese
vidriado!
Vemos,
pues, que la autocaracterización y la heterocaracterización abundan en rasgos
similares.
Las características lingüísticas del diálogo
son:
- Abundancia de los pronombres personales,
destacando sobre todo la presencia del yo
y del tú en función de sujeto.
- Presencia de otros deícticos pronominales y
adverbiales.
- Constantes cambios en los tiempos verbales,
siempre desde el presente de los hablantes.
- Cambios también en el modo. El subjuntivo
aparece para expresar deseos, posibilidades, avisos, etc.
- Abundante presencia de elementos apelativos
y vocativos.
- Variaciones en la entonación: paso de la
enunciación a la interrogación y a la exclamación.
- Sintaxis de periodos breves, con numerosas
elipsis.
- Simplicidad en las relaciones sintácticas,
con tendencia a la coordinación y a la yuxtaposición.
La narración
La primera
característica de la narración sería el estilo
verbal (mencionado anteriormente). Dado que la narración consiste en
relatar acciones, se caracteriza por el dinamismo, el movimiento; de ahí que la importancia de la acción
narrativa determina que las palabras predominantes en los textos de este
tipo sean los verbos. De hecho, apenas es posible concebir una
narración sin estructuras verbales y, muy al contrario, se podría narrar
prescindiendo casi por completo de otra clase de palabras.
Las estructuras oracionales suelen ser
predicativas,
construidas con verbos de acción y proceso. Las estructuras atributivas, en
cambio, son características del discurso descriptivo y, por tanto, aparecen en
el relato cuando se detiene la narración propiamente dicha, para describir a
los personajes o los lugares. El ritmo(o tempo) que el autor quiere dar
a su discurso condiciona también la estructura oracional: el ritmo lento de la
acción, en el cual apenas transcurre el tiempo, suele estar asociado a la
sintaxis compleja, que alarga los enunciados con múltiples subordinaciones
(abundan el los complementos circunstanciales y subordinadas adverbiales que
señalan las distintas circunstancias que se producen en los hechos). En cambio,
la sucesión de oraciones simples, sencillas y breves, la coordinación y, sobre
todo, la yuxtaposición crean un ritmo rápido que acelera la acción narrativa.
Como hemos visto más arriba (en las
características del diálogo), la persona gramatical en los verbos y en los
pronombres adquiere también una gran relevancia por su relación con el
punto de vista narrativo.
La descripción
La descripción implica quietud,
estatismo. Viene a ser el retrato de alguien o de algo hecho por medio de
palabras. Como primera característica lingüística destacaríamos el estilo nominal
mencionado anteriormente. Otras características generales serían las
siguientes:
-
Hay un dominio del elemento nominal sobre el verbal.
-
Abundancia de adjetivos y otros complementos nominales.
-
Verbos de estado y de percepción sensorial.
-
Formas verbales imperfectivas: presente y pretérito imperfecto.
-
Oraciones atributivas.
-
Sintaxis sencilla, de frase breve.
-
Presencia de figuras literarias como el símil, la metáfora y por
supuesto; la prosopografía (descripción exterior de
una persona o un animal), la etopeya (descripción de las cualidades
espirituales, carácter, valores morales, de una persona) y el retrato (prosopografía más etopeya). Los procedimientos o recursos estilísticos son muy importantes en la descripción
subjetiva y literaria. Dependen, sobre todo, de los mecanismos que utilice el
autor para crear la imagen del objeto descrito, según el tipo de descripción
que se trate. Por ejemplo, en las descripciones de carácter analítico, en las
que se pretende describir el objeto que sirve como tema haciendo referencia a las distintas partes
que lo componen, suele emplearse la enumeración
de elementos y de rasgos característicos de cada uno de ellos (rasgos
que se suelen precisar mediante series de adjetivos coordinados).
En
ocasiones, la creación de la imagen se
basa en la analogía: el autor caracteriza el objeto relacionándolo con otras
realidades con las que guarda alguna semejanza.
Los
procedimientos literarios utilizados son entonces las metáforas y las comparaciones.
Una función similar tiene el uso de la personificación en la descripción de animales o cosas y de la animalización o cosificación en la descripción de
personas. Estos dos últimos recursos son muy habituales en la descripción
caricaturesca.
Lenguaje empleado por el
autor
Tenemos que fijarnos en la cantidad de
adjetivos, sustantivos y verbos que hay en el texto. Así podremos darnos cuenta
de si es un lenguaje fluido (o rápido) o un lenguaje lento.
Lenguaje fluido sería aquel que está
falto de elementos que puedan interrumpir una lectura más o menos rápida. Estos
elementos podrían ser adjetivos (epítetos), excesivas conjunciones
(hipérbatos), etc. También se le llama prosa fluida o “lectura ágil”.
El lenguaje sería sencillo cuando no nos encontramos ningún tipo de
cultismo, latinismo, arcaísmo, etc., que nos impida la comprensión del texto.
Es un lenguaje para ser entendido por cualquier tipo de lector. También llamado
lenguaje sin complicaciones, puesto que aparecen recursos literarios que se
pueden comprender fácilmente. Puede ser rápido o lento.
Prosa
poética. Se trata de un tipo de lenguaje en
prosa, que contiene un ritmo y una cantidad de recursos literarios que casi lo
convierten en poesía (no es poesía porque carece de rima).
Hablamos de lenguaje
complicado cuando nos encontramos una enorme cantidad de
metáforas, símbolos, antítesis, dobles sentidos de palabras, etc., que hacen
que se nos haga bastante difícil comprender lo que estamos leyendo. Tendríamos
que tener unos conocimientos mínimos del autor del texto o de la corriente
literaria para entender la obra.
Lenguaje ornamental sería aquel “cargado” (o
recargado) de elementos que “adornan” el texto con la finalidad de
embellecerlo. Son elementos innecesarios para la comprensión de la obra, pero
que le dan determinado valor estético. Interesa más la forma en la que se
intentan comunicar el mensaje del texto, que el contenido del mismo. Hay mucha
adjetivación, términos mitológicos, exóticos (de origen oriental: zafiras,
rubíes), asociaciones de sensaciones diversas como la sinestesia (sol sonoro),
aliteraciones (“el ruido que rueda la ronca tempestad”), etc., que tienen como
finalidad darle determinado efecto, ritmo y sonoridad al poema (se busca el
preciosismo con este tipo de lenguaje).
Géneros literarios (narrativa en prosa y
dramático) y subgéneros
Entre los subgéneros narrativos en prosa encontramos:
El cuento: Narración breve
de un suceso imaginario y con argumento muy sencillo. Aparecen en él un
reducido número de personajes que participan en una sola acción con un solo
foco temático. Aunque tradicionalmente poseía una intención moralizante, hoy su
finalidad suele ser provocar en el lector una respuesta emocional.
Apólogo: Relato breve de finalidad didáctico-moral.
La leyenda: Narración breve basada en un relato tradicional de carácter misterioso, sobrenatural o terrorífico.
Apólogo: Relato breve de finalidad didáctico-moral.
La leyenda: Narración breve basada en un relato tradicional de carácter misterioso, sobrenatural o terrorífico.
La crónica literaria: Una
crónica es una obra literaria que narra hechos históricos en orden cronológico. En una
crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a
menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en
tercera persona.
Epístolas o
cartas. Carta formal e instructiva, generalmente destinada a la publicación y
escrita en verso. Su contenido es diverso y aborda temas filosóficos o morales.
La prosa epistolar integra el género de las cartas conversacionales por escrito
con el ausente. La carta, en efecto, es una composición en prosa, que dirigimos
a una persona ausente para comunicarle noticias o impresiones, salvando las
distancias del ausente. Si esta carta va en verso, le llamamos epístola.
Existen cartas literarias y públicas. Las cartas literarias: constituyen
manifestaciones de la prosa artística en forma epistolar, como vehículo o modo
elocutivo de otros géneros, por ejemplo la novela o de la didáctica. Las
cartas públicas: son las que abordan asuntos de interés general, y se
escriben para ser publicadas, generalmente en la prensa diaria.
Episodio.
Es un híbrido entre novela e historia.
Aparecen narrados trozos de la historia en forma de novela (personajes
ficticios e historias de amor ficticias, con un trasfondo histórico-social
real).
La novela. Su auge en los
siglos XIX y XX ha sido tal, y sus variantes tan dispares, que resulta difícil
una definición rigurosa. Suele entenderse por novela una narración extensa en prosa, con personajes y
situaciones reales o ficticios, que implica un conflicto y su desarrollo que se
resuelve de una manera positiva o negativa. Es un relato largo, aunque de
extensión variable, con un argumento mucho más desarrollado que el del cuento.
Y, a diferencia de lo que sucede con el cuento, al lector le importa no sólo lo
que ocurre a los personajes, sino también lo que piensan y sienten, cómo
evolucionan espiritualmente y cómo influye en ellos la sociedad donde viven. Su
estructura es muy variable.
Existen varios tipos de novelas: realista, histórica, picaresca, intelectual, psicológica, policíaca, terror, ciencia-ficción, gótica, rosa, sentimental, pastoril, caballerías, picaresca, etc.
Existen varios tipos de novelas: realista, histórica, picaresca, intelectual, psicológica, policíaca, terror, ciencia-ficción, gótica, rosa, sentimental, pastoril, caballerías, picaresca, etc.
Subgéneros dramáticos
La tragedia. Es la representación de
terribles conflictos entre personajes superiores y muy vehementes, los cuales
son víctimas de un destino ineludible; suele acabar con la muerte del
protagonista.
La comedia. Es la representación, a través de un conflicto, del aspecto alegre y divertido de la vida, y cuyo desenlace tiene que ser feliz.
El drama. Es la representación de problemas graves, con intervención, a veces, de elementos cómicos, y su final suele ser sombrío.
Ópera. Composición dramática, en la que los personajes cantan íntegramente sus papeles, en lugar de recitarlos.
Zarzuela. Obra literario-musical, genuinamente española, en la que se combinan escenas habladas y cantadas. Suele reflejar vivos cuadros de costumbres, preocupaciones populares, sátiras políticas.
Paso, entremés y sainete. Piezas breve en un acto, en prosa o en verso, de tema ligero. El origen del sainete se encuentra en la tradición popular y posee un humor festivo y picaresco. Solía representarse en los entreactos de obras mayores. El sainete deriva del entremés y del paso y acentúa lo humorístico y popular de este último.
Auto sacramental. Obra de carácter alegórico que trata sobre un dogma de la Iglesia católica y tiene como fondo la exaltación del sacramento de la Eucaristía.
Melodrama. Nombre que en el siglo XIX recibían determinadas obras dramáticas de tipo folletinesco, convencional, caracterizadas por sus fáciles concesiones a un público sensiblero.
La comedia. Es la representación, a través de un conflicto, del aspecto alegre y divertido de la vida, y cuyo desenlace tiene que ser feliz.
El drama. Es la representación de problemas graves, con intervención, a veces, de elementos cómicos, y su final suele ser sombrío.
Ópera. Composición dramática, en la que los personajes cantan íntegramente sus papeles, en lugar de recitarlos.
Zarzuela. Obra literario-musical, genuinamente española, en la que se combinan escenas habladas y cantadas. Suele reflejar vivos cuadros de costumbres, preocupaciones populares, sátiras políticas.
Paso, entremés y sainete. Piezas breve en un acto, en prosa o en verso, de tema ligero. El origen del sainete se encuentra en la tradición popular y posee un humor festivo y picaresco. Solía representarse en los entreactos de obras mayores. El sainete deriva del entremés y del paso y acentúa lo humorístico y popular de este último.
Auto sacramental. Obra de carácter alegórico que trata sobre un dogma de la Iglesia católica y tiene como fondo la exaltación del sacramento de la Eucaristía.
Melodrama. Nombre que en el siglo XIX recibían determinadas obras dramáticas de tipo folletinesco, convencional, caracterizadas por sus fáciles concesiones a un público sensiblero.