domingo, 27 de noviembre de 2011

La estructura de la palabra. Flexión, derivación y composición.

La estructura de la palabra.

La doble articulación: el monema.

La doble articulación supone que un mensaje lingüístico esté siempre formado por unidades menores que se articulan en dos niveles: las unidades mínimas dotadas de significación, esto es, los monemas (primera articulación del lenguaje) y las unidades mínimas carentes de significado o fonemas (segunda articulación del lenguaje).

Gracias a esta doble articulación (división o descomposición), las lenguas poseen un potencial ilimitado para construir nuevos mensajes.

El monema.

El monema es la unidad mínima dotada de significado. Significado no sólo se refiere al contenido léxico básico de la palabra (casaà ‘lugar donde viven las personas’) sino también al “significado marginal”: derivativo, flexivo y relacionante, por ejemplo:

Casita à ‘aporta tamaño (en este caso, pequeña).

Casas à la “s” aporta número (dos o más cosas).

Tengo casa y coche à la “y” relaciona la casa con el coche.

Los monemas pueden ser de dos tipos:

- Unidades mínimas portadoras de contenido léxico básico de la palabra, llamados lexemas y que sólo poseen los sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios.

- Unidades que modifican a los lexemas, o bien a las relaciones entre las palabras dentro de un sintagma o de una oración. A estas unidades las llamamos morfemas.

Los morfemas se pueden subdividir en:

- Morfemas derivativos o afijos, que pueden ser prefijos, interfijos (o infijos) y sufijos; dependiendo del lugar que ocupan respecto al lexema.

- Morfemas flexivos, que aportan significación gramatical (género, número, persona, tiempo…).

- Morfemas gramaticales libres o morfemas independientes, que constituyen palabras independientes: conjunciones (de significación relacionante), preposiciones (de significación relacionante), adjetivos determinativos (de significación determinante).

La estructura de la palabra: su clasificación.

Atendiendo al número de lexemas:

- Simples. Son aquellas palabras que constan de un solo lexema (mesa) o de un solo morfema (por).

- Compuestas. Son aquellas palabras formadas por dos o más lexemas.

Palabras y lexías.

La palabra es la unidad formal compuesta de lexema + morfema. La lexía es una unidad léxica memorizada, funcional, y que no coincide necesariamente con la palabra; por ejemplo: meter la pata, estar en forma, etc.

Existen cinco tipos de lexías:

- Lexía simple es aquella que coincide con el concepto de palabra, por ejemplo: casa, allí, etc.

- Lexía compuesta es la que contiene varias palabras, parcial o totalmente integradas, por ejemplo: matasanos, sacacorchos, etc.

- Lexía compleja es una secuencia más o menos estereotipada de palabras (se repiten sin variación), como por ejemplo: echar de menos, recién casados, en volandas, etc.

La lexía compleja tiene una función determinada por la naturaleza de sus componentes, así Echar de menosà es un verbo. Recién casadoà es un adjetivo. En volandasà es un adverbio.

- Lexía textualà “Dime de qué presumes… (y te diré de lo que careces). “Al que madruga (madrugador)…”

- Lexía de siglasà ONU, PCE, PSOE…

Procedimientos en la lengua para llevar a cabo la composición.

La sinapsia.

Es el único tipo de composición que permite la especificación detallada del significado. La unión de sus miembros es sintáctica. Habitualmente lleva la preposición de, por ejemplo: estrella de mar. También puede llevar la preposición a, por ejemplo: olla a presión, avión a reacción. Es más extraño el uso de la preposición en, por ejemplo: tres en raya.

El orden de los elementos siempre es el mismo: determinado + determinante. El determinante carece de artículo para no romper la unidad del conjunto. Así tenemos:

Mando a distancia Mando a la distancia

determinado determinante

Los elementos que surgen de la sinapsia son siempre adjetivos o sustantivos.

Se considera que hay sinapsia cuando el significado siempre es el mismo, así como sus elementos y orden; y además está aceptada por los hablantes y es de uso frecuente.

Vamos a jugar al tres en raya. Vamos a jugar al fútbol en Valverde.

La sinapsia se da sobre todo en textos científicos y técnicos (conejillo de indias, líquido de frenos, freno de mano, etc.

Disyunción.

Se produce cuando los dos componentes no se han fusionado gráficamente, pero la lexicalización es un hecho porque designan a un solo objeto, por ejemplo:

Cama nido, cuento chino, pez espada, etc.

(por separado no podemos saber su significado)

Se suelen ver estas formaciones en el ámbito de la zoología y la botánica (sauce llorón, pájaro pinto, oso hormiguero, rosa silvestre, etc.).

Contraposición.

Son dos elementos unidos por un guión. La acentuación gráfica se mantiene en sus dos componentes. Suelen aparecer dos adjetivos à proceso físico-químico, o dos sustantivos à buque-escuela.

Yuxtaposición.

Es la más abundante y la fusión gráfica es total, así como su lexicalización y gramaticalización. Hay numerosas combinaciones: sustantivo + sustantivo à madreselva, sustantivo + adjetivo à aguardiente, adjetivo + adjetivo à agridulce, adverbio + verbo à menospreciar, verbo + complemento directo à guardamuebles, etc. Asimismo, las relaciones que mantienen entre sí los componentes son muy diversas: coordinación à carricoche, atribución à casatienda, etc.

En algunos casos intervienen más de dos piezas léxicas, como por ejemplo: correveidile (formado por la coordinación de tres verbos), bienmesabe, metomentodo, hazmerreír…

Hincapié

verbo + sustantivo

Composición mediante el acortamiento de palabras.

-La acronimia, o unión de extremos opuestos de dos palabras (autobús > automóvil + ómnibus, informática > información automática).

Se da mucho la acronimia en los textos de carácter técnico. La mayoría son préstamos de otras lenguas (bit > binary digit, motel > motorist hotel).

- Las abreviaturas compuestas, en las que lo abreviado son dos o más palabras y sólo se retiene la primera de cada una, por ejemplo: b.s.p. à ‘besa sus pies’, D.E.P., a. de C.

- Las abreviaturas complejas o siglas, cuando lo abreviado son nombres propios. Admiten diversas modalidades según su realización fónica:

Siglas transparentes (CC OO, TVE), que se leen pronunciando la forma desarrollada (comisiones obreras, televisión española).

Siglas opacas (LP, UHF, CD, DVD), que se leen pronunciando el nombre de cada una de las letras componentes.

Siglas opacas leídas secuencialmente, como cualquier otra palabra de la lengua (RENFE, TALGO, AVE, ESO).

Con el tiempo su significado original “se oscurece”, con lo que se produce una lexicalización, por ejemplo: ovni (‘objeto volador no identificado’), radar (radio and detection and raging).

“No se han visto ovnis desde hace años”. “Los radares no detectaron a ese avión chino”.

Derivación y flexión.

La derivación consiste en la creación de elementos léxicos nuevos por adición de palabras ya existentes en la lengua de elementos inseparables, esto es, de afijos.

Mientras que con la derivación hay cambios de significado e incluso de categoría gramatical, con la flexión se producen cambios respecto al género, número, persona, tiempo, etc.

*¡Ojo con las palabras que pueden funcionar como verbos o como adjetivos!

Yo me caséà morfema flexivo.

Yo no me he casadoà morfema flexivo

Yo soy un hombre casadoà sufijo.

Derivación por prefijos cultos.

Por un lado son prefijos por su anticipación a la base léxica, y por el otro son falsos por su origen culto y su introducción reciente en la lengua, en palabras creadas artificialmente en el lenguaje técnico-científico: biografía, cronología, videocámara, etc.

¿Consideramos a estas palabras como compuestas o como derivadas?

Las consideramos compuestas cuando los dos elementos son de origen culto, sobre todo cuando alguno de ellos puede actuar como prefijo o como base léxica, por ejemplo:

Cromografía (“cromo” tiene el significado de ‘color’), teléfono (‘sonido de lejos’).

Las consideramos derivadas cuando el segundo término no es culto, o cuando se quiere realzar el significado con mayor o menor subjetividad, por ejemplo: supercoche, supereconómico, hipermercado, hipereficaz, etc. Hoy en día están muy de moda estos términos.

A diferencia del sufijo, el prefijo no cambia la categoría de la palabra pero sí puede cambiar su significado.

Móvilà inmóvil, normalà anormal, hacerà deshacer, maduroà inmaduro.

Derivación por sufijos.

Es el más importante de los procesos derivativos. Sigue siendo un método frecuente de creación de neologismos en el español de ambos lados del Atlántico, aunque a veces con soluciones a veces diferentes y chocantes (“balacera”, por ejemplo).

Los sufijos indican la categoría gramatical a la que pasa a pertenecer la unidad creada:

∞ Sustantivos: creacionismo, humanidad, labranza.

∞ Adjetivos: creador, humanístico, labrador.

∞ Verbos: crear, humanizar, labrar.

∞ Adverbios: humanamente.

Tipos de sufijos.

Sufijos de nombres.

- Indican cualidad. Todos estos sufijos permiten crear sustantivos que tienen idea de ‘cualidad’:

∞ -ancia, -encia (abundancia, indigencia).

∞ -anza (enseñanza).

∞ -dad, -edad, -idad (bondad, contrariedad, barbaridad).

∞ -ería (tacañería, tontería).

∞ -ez (estupidez).

∞ -ismo (comunismo).

∞ -or (estupor).

∞ -ura (locura, cordura).

- Indican un sentido de ‘acción’:

∞ -ación, -ción (interrogación, oración).

∞ -adura, -dura, -idura (mojadura, añadidura)

∞ -aje (aprendizaje)

∞ -amiento, -imiento (casamiento, sentimiento).

∞ -anza (templanza).

∞ -atoria (moratoria, eliminatoria).

∞ -azo (estacazo).

∞ -era (tapadera, borrachera).

∞ -ón (tirón, empujón).

∞ -ura (rotura, fisura).

- Indican sentido de ‘lugar’:

∞ -adero, -edero, -idero (fregadero, vertedero, sumidero).

∞ -ador, -edor, idor (congelador, comedor, recibidor)

∞ -atorio (velatorio, auditorio).

∞ -ería (droguería, carnicería).

∞ -era (papelera, cartelera).

- Indican sentido de ‘abundancia de algo’:

∞ -ada (manada).

∞ -aje (cortinaje).

∞ -amenta (cornamenta, vestimenta).

∞ -ar, -al (millar, arenal, palomar).

∞ -eda (alameda, rosaleda, arboleda).

∞ -erío (caserío, poderío).

Sufijos de adjetivos.

- Hay un grupo que da al adjetivo el sentido de ‘relativo a algo’:

∞ -al, -ar (gubernamental, familar).

∞ -ano (castellano, republicano, anglicano).

∞ -ario (funcionario, presidiario).

∞ -ense (pacense, lucense).

∞ -es (montañés, escocés).

∞ -ino (isabelino, pueblerino).

∞ -ista (cuentista, periodista, artista).

- Otro grupo marca el significado de ‘el que hace la acción’.

∞ -ador, -edor, -idor (retador, roedor, cumplidor, acomodador).

∞ -ante, -iente (cambiante, paciente ‘el que tiene paciencia’).

∞ -oso (lluvioso).

- Y por último, un grupo formado por adjetivos con el sentido de que ‘que pueden sufrir la acción’:

∞ -able, -ible (amable, visible, sobornable, indivisible).

∞ -adero, edero, -idero (apeadero, perecedero, venidero)

Sufijos apreciativos.

No cambian, salvo en contados casos, la categoría gramatical de la palabra base. Pueden ser:

- Aumentativos: -on (juguetón, santurrón), -azo (latigazo, bribonazo), -ote (machote, feote).

- Diminutivos: -ito (calladito), -illo (chiquillo), -ico (apañadico), -ete (flojete), -uelo (polluelo), -in (danzarín).

- Despectivos: -acho, -ucho, -aco, -ejo, -orro, -astro.

Otra clase de afijos son los llamados interfijos (o infijos).

Son un tipo especial de unidades que aparecen entre el lexema y el sufijo (pec-ec-ito) y, más raramente, en entre el prefijo y el lexema (en-s-anchar). Son elementos de enlace. No hay que confundirlos con los sufijos y prefijos: el elemento –ec- en pececito no es un sufijo, pues no existe la palabra pecec, sino un interfijo que une el lexema pez- con el sufijo –ito; sin embargo en nacionalista, -al sí puede ser final de palabra: nacional. Se trata de un sufijo. De manera análoga, la –s- de ensanchar no es un prefijo, pues no existe la palabra sanchar. En desembarcar, em sí puede iniciar la palabra embarcar, luego es un prefijo.

La parasíntesis.

En la parasíntesis se da al mismo tiempo en una palabra composición y derivación. Puede que no exista en la lengua el compuesto ni el derivado, por ejemplo: pica-pedr-ero (ni existe picapedro ni pedrero), ropa-vej-ero.

En otros casos sí existenà hoja-lat-ero, libre-camb-ista.

También se da cuando tenemos un prefijo, un lexema y un sufijo sin que exista previamente la palabra formada por el prefijo con el lexema ni el lexema con el sufijo, por ejemplo:

Desalmado (no existe ni desalma ni almado).

Los sustantivos abstractos.

En textos donde aparece la exposición y la argumentación es destacable la abundancia de términos abstractos. La razón estriba en que se manejan todo tipo de ideas, conceptos, por encima de otros materiales. No olvidemos que abstraer es un proceso que consiste en eliminar los caracteres individuales para quedarse con lo genérico, llegando a la creación de entidades mentales a las que llamamos conceptos. Muchos de estos términos son tradicionales y existen desde hace siglos: filosofía, metafísica, ética, fe, etc. Pero constantemente surgen otros nuevos y son mucho más recientes palabras como modernidad, sociología, existencialismo, vivencia, relatividad, etc.

Los sustantivos abstractos se forman habitualmente añadiendo sufijos a lexemas verbales o adjetivos, por ejemplo:

- ad: maldad, dignidad.

- ancia: abundancia, constancia.

- encia: paciencia, diferencia.

- anza: esperanza, bonanza.

- ez: lucidez, esbeltez.

- eza: pureza, realeza.

- ción: inspiración, creación.

- ura: locura, frescura.

- miento: sentimiento, mandamiento.

- ismo: fatalismo, purismo.

- icia: justicia, malicia.

Además de este mecanismo morfológico, cualquier sustantivo se convierte en abstracto si le anteponemos un artículo generalizador: el ser, el hombre, la persona, la mente, etc.

El mismo proceso tiene lugar al colocar un artículo neutro ante un adjetivo: lo bueno, lo bello, etc.

domingo, 1 de mayo de 2011

Se nos fue Ernesto Sábato

El escritor argentino Ernesto Sábato falleció ayer en su casa de la ciudad de Santos Lugares (Argentina), ha confirmado a la radio argentina Mitre su compañera Elvira González Fraga. "Hace como quince días tuvo una bronquitis y a la edad de él esto es terrible", ha explicado. El considerado exponente de las letras argentinas con mayor proyección internacional tenía 99 años y el próximo 24 de junio iba a festejar su centenario. De hecho, iba a ser homenajeado mañana en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires.
Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Además de novelista y ensayista, era doctor en Física. Trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura. En 1984 había recibido el Premio Cervantes, el más importante de la literatura en español, y llegó a ser propuesto por la Sociedad General de Autores y Editores de España como candidato al Premio Nobel de Literatura de 2007.
Sus tópicos más recurrentes se encargaban de la crisis del hombre en nuestro tiempo y de la reflexión sobre la propia literatura. Sus obras más destacadas son El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1979), El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961), y Abbadón el exterminador (1974). Su última obra publicada fue España en los diarios de mi vejez, fruto de los viajes en 2002 a tierras españolas mientras Argentina se sumergía en la más feroz crisis económica de su historia.
Es destacable su firme compromiso político y ético que confluye en su obra. En 1984 presidió la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas que redactó el Informe Sábato o Nunca más sobre los horrores de la última dictadura militar (1976-1983), que abrió las puertas para el juicio a las juntas militares de la dictadura militar en 1985. El prólogo del informe le valió fuertes críticas de organismos humanitarios que cuestionan la llamada "teoría de los dos demonios" sobre la violencia política que sacudió a Argentina en la década de 1970. En el texto, el escritor sostuvo que en los años 70 Argentina "fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda".
Sábato también llenó su tiempo con la pintura, aunque confesó que su "espíritu autodestructivo" lo llevó a destruir buena parte de sus obras. "Arrastrado por amigos", según declaró, presentó una decena de sus obras en 1989 en el Centro Pompidou de París y del mismo modo lo hizo después en Madrid.
El escritor argentino atravesó momentos difíciles en su vida con la muerte en 1995 del mayor de sus dos hijos, Jorge, en un accidente de tráfico, y con el fallecimiento en 1998 de su primera esposa, Matilde.
Entre los numerosos premios recibidos por Sábato también figuran el Menéndez Pelayo (1997) y el Gabriela Mistral (1983), otorgado por la Organización de Estados Americanos (OEA).
A Ernesto Sábato podríamos encuadrarlo dentro de la NUEVA NOVELA HISPANOAMERICANA. En 1962 se publicaba en España La ciudad y los perros, del peruano Mario Vargas Llosa. En 1967 llegaba Cien años de soledad de García Márquez. Por esas fechas, aparecen asimismo novelas como Sobre héroes y tumbas del argentino Ernesto Sábato, El astillero, del uruguayo Juan Carlos Onetti, El siglo de las luces de Carpentier, La muerte de Artemio Cruz del panameño Carlos Fuentes, Rayuela del argentino Julio Cortázar (nació en Bélgica, pero es argentino), Paradiso del cubano Lezema Lima, etc. Para los lectores españoles, desatentos a la novela hispanoamericana hasta entonces, obras como estas produjeron el mayor asombro. Inmediatamente se descubrió y se devoró con avidez la obra de los autores citados y de otros ya mencionados. Era el llamado boom de la novela hispanoamericana. Se imponía la existencia de una gran narrativa. Y tal ha sido, sin duda, uno de los grandes acontecimientos literarios de nuestro tiempo.
En realidad, los nuevos novelistas hispanoamericanos continuaban en la línea de innovaciones señaladas en el apartado anterior, de tal modo que la frontera entre algunos de aquellos autores y éstos puede parecer arbitraria. En cualquier caso, es evidente que los nuevos novelistas llevan tales innovaciones a sus últimas consecuencias, a la par que enriquecen aún la novela con nuevos recursos.
Como características, se confirma la ampliación temática y, en especial, se incrementa la preferencia por la novela urbana. Cuando aparezca el ambiente rural recibirá un tratamiento muy nuevo.
La integración de lo fantástico y lo real se consolida. El realismo mágico es, en efecto, uno de los rasgos principales de los nuevos novelistas,pero es en el terreno de las formas en donde se observa una mayor ampliación artística. La estructura del relato es objeto de una profunda experimentación. La experimentación de la novela afectará, de modo particular, al lenguaje mismo, con la superposición de estilos o registros, con distorsiones sintácticas y léxicas, con una densa utilización del lenguaje poético, etc.
Por debajo de todo ello, late el convencimiento de la insuficiencia práctica y estética del realismo.
Pero esta ruptura con la técnica realista no supone exactamente un alejamiento de la realidad, sino una voluntad de abordarla desde ángulos más ricos, más reveladores y más válidos estéticamente.
Esta evidente preocupación estética tampoco supone que el escritor abdique de propósitos testimoniales o de denuncia; al contrario: novelistas como los que citamos suelen proclamar ideas sociales y políticas muy avanzadas. Pero, como dijo Julio Cortázar: “el primer deber del escritor revolucionario es ser revolucionario como escritor; es decir, romper con los moldes expresivos heredados de otras épocas y proponer un arte nuevo, más acorde con las profundas mutaciones de nuestro tiempo”.
Por último, si estéticamente, nos encontramos ante una novela acorde con la narrativa universal contemporánea, no por ello será menos americana la novela de los autores de que ahora tratamos.
Estamos, en suma, ante un arte nuevo que ocupa ya un lugar preeminente en la novela mundial.




viernes, 1 de abril de 2011

El Modernismo y la Generación del 98.

Modernismo y 98 como fenómeno histórico, social y estético.
El Modernismo / La Generación del 98.

El Modernismo (1888 - 1916).

A finales del S. XIX son muy fuertes en Hispanoamérica los impulsos de renovación lírica. Hacia 1890 se llama despectivamente "modernistas" a escritores como Rubén Darío, y éstos, con actitud provocadora, asumen tal denominación. "Azul", de Darío, inicia este movimiento. Entre nosotros, la entrada del Modernismo se debe a la llegada a España en 1892 de este poeta, que seduce con su talento a multitud de jóvenes autores inconformistas y se convierte en maestro indiscutido para muchos, como Manuel y Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez. El Modernismo hispánico es en buena medida una síntesis de movimientos franceses de la segunda mitad del S. XIX, tales como el Parnasianismo y el Simbolismo. De los parnasianos vienen los temas exóticos y los valores sensoriales. De los simbolistas el arte de la sugerencia y de la variada musicalidad. Por encima de todo, el Modernismo está presidido por la búsqueda de lo bello. Es, como decía Juan Ramón Jiménez: "el encuentro de nuevo con la belleza, sepultada durante el siglo XIX por un tono general de poesía burguesa". Hay en los modernistas unas notas de aristocracia espiritual, de elegancia y de exquisitez opuestas a cierta "ramplonería" burguesa. De algún modo, los modernistas renuevan las posturas aisladas y orgullosas del romántico frente a la sociedad que le rodea. En métrica las estrofas más utilizadas son la silva y el cuarteto endecasílabo, además de los alejandrinos y los eneasílabos. El tipo de rima más frecuente es ABAB.

La Generación del 98.

A diferencia del reformismo literario propugnado por los modernistas, los escritores de la Generación del 98 optan por exigir una reforma político-cultural en contacto con la influencia que reciben del krausismo español. El concepto de Generación del 98 fue acuñado por Azorín en unos artículos de 1913, pero incluía a escritores muy dispares. Para que una generación se considere como tal, hay que tener en cuenta una serie de factores:

1. Que los escritores pertenezcan a una formación intelectual semejante.

2. Que haya existido algún contacto entre ellos.

3. Que se dé algún acontecimiento general que aúna sus voluntades.

4. Que se produzcan rasgos comunes en el estilo, y por esta razón se origine el anquilosamiento de la etapa anterior.

En cualquier caso, sólo podemos aplicar el concepto de "generación" en esta etapa de primeros de siglo, al llamado "grupo de los tres": Azorín, Baroja y Maetzu (todos nacidos entre 1872 - 1874). A ellos se unirían más adelante otros escritores como Unamuno, Machado y Valle Inclán. El desastre del 98 fue el acontecimiento general que les hizo escribir por los mismos derroteros. Aún así, diremos que los escritores del G-3 seguirán luego trayectorias literarias a veces convergentes y a veces divergentes. En la narrativa destaca un lenguaje que pretende ser claro y conciso, antirretoricista y antibarroquista. Se reaviva el vocabulario tradicional.

Temas. La preocupación por España, la historia, la tierra, la naturaleza, se concretan en los paisajes de Castilla (Campos de Castilla, de Machado) y lo popular del pensamiento campesino y de las clases poco pudientes. En lo religioso son escépticos, llegando casi al absurdo.

Caracterización general del Modernismo.

Al hablar de la literatura española de finales del siglo XIX y principios del XX, los libros más antiguos y casi todos los recientes de carácter divulgativo mantienen la dicotomía Generación del 98 / Modernismo. Se trata de rotulaciones que han sobrevivido durante décadas, no tanto por su validez científica como por su indiscutible utilidad didáctica. Lo cierto es que cuando, en 1913* Azorín ideó el concepto de Generación del 98, hacía ya muchos años que se hablaba de Modernismo. De hecho, ya en el Diccionario académico de 1899 se definía el Modernismo como una "afición excesiva a las cosas modernas con menosprecio de las antiguas, especialmente en arte y literatura". Por entonces, a la palabra se le daba un significado no coincidente con el que hoy sigue siendo más habitual fuera del ámbito de la investigación universitaria: corriente literaria, fundamentalmente poética (aunque no falten ejemplos narrativos), aparecida en Hispanoamérica a finales del siglo XIX, que se caracteriza por su interés más por la forma que por el contenido, utilizando para ello un estilo refinado y sensual, con abundancia de palabras excéntricas (neologismos, arcaísmos) y de recursos expresivos sonoros y coloristas (el azul es el color preferido), que terminaron resultando demasiado retóricos y artificiales para sus críticos, pero que, sin duda, renovaron la escritura realista dominante en la época. Estas palabras del prólogo de Prosas profanas (1896), del poeta modernista nicaragüense Rubén Darío, son una especie de programa literario modernista: "Veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos e imposibles; ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer". Si el lenguaje del realismo y el naturalismo decimonónicos se dirigía a un público mayoritario, el del modernismo apunta a una minoría selecta y exquisita, proclive al deslumbramiento producido por adjetivos atípicos y por otras rarezas y exotismos. Las páginas modernistas se poblaron, por un lado, de suntuosidades, lujos, jardines, lagos, pavos reales, nenúfares, flores de lis, piedras preciosas, mármoles, ocasos, ninfas y princesas residentes en lugares exóticos, y por otro de melancólicas inquietudes místicas, oníricas, sexuales y estéticas que pueden resumirse en la palabras hiperestesia y neurastenia(‘sensación exagerada’ y ‘neurosis caracterizada por un cansancio inexplicable que aparece después de realizar un esfuerzo intelectual’). Todos estos elementos encarnan el ideal modernista de belleza. Uno de ellos, el cisne que ya había aparecido en los poemas de parnasianos y simbolistas, sería utilizado por los detractores del Modernismo como blanco de dardos como el que, en su libro de 1910 Los senderos ocultos, lanzó el poeta mexicano Enrique González Martínez, autor de un soneto cuyo primer verso parecía certificar la defunción del modernismo: "Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje".

Cronología del Modernismo.

En las historias de la literatura tradicionales, Bécquer y Rosalía de Castro eran considerados poetas románticos que escribían en un tiempo que ya había dejado atrás el Romanticismo. Hoy, el papel que se les adjudica es el de avanzadillas del Modernismo. Quizá ningún movimiento literario contemporáneo se desarrolle en un marco cronológico tan difuso como el del Modernismo, que hay quien llega a encuadrar entre 1880 y nada menos que 1940. La Segunda Guerra Mundial, pues, representaría el punto final de la era moderna o modernista. Ésta da sus primeros pasos en América en los años setenta del siglo XIX con escritores como el cubano José Martí o el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, pero su recorrido como tal podríamos fijarlo en 1888 (Azul, de Rubén Darío, que utiliza ya en ese año la palabra Modernismo, con el significado de modernidad); llega a España coincidiendo aproximadamente con la primera estancia de Rubén Darío en España, en 1892, el mismo año en que artistas catalanes bajo la inspiración de Santiago Rusiñol celebraban en Sitges la primera fiesta modernista; por entonces, Salvador Rueda, el poeta español que mejor conocía la nueva lírica hispanoamericana, ya había publicado aquí versos cercanos a la nueva orientación, también conocida por Valle-Inclán, que viajó a América en ese mismo año; la nueva tendencia está consolidada en 1896 (Prosas profanas, de Rubén Darío); gana su primera batalla literaria en 1898, al ser relevado Clarín por el joven Benavente en su puesto de director de la revista “Madrid Cómico”; se afirma en España con la segunda estancia en nuestro país de Rubén Darío, en 1899; llega a la cumbre entre 1903 y 1907, años de nacimiento de las dos revistas más importantes del Modernismo, “Helios” y “Renacimiento”; y se bate en retirada hacia 1913, cuando Manuel Machado, en “La guerra literaria”, afirmaba que "el modernismo no existe ya". En 1902 el debate sobre el modernismo había alcanzado la categoría de tema polémico. En ese año, la revista “Gente Vieja”, reducto de los escritores de cierta edad, planteaba una encuesta sobre el tema. Las respuestas permiten apreciar la desorientación existente a principios de siglo sobre lo que debía entenderse por Modernismo. Esa misma desorientación revelan las siguientes palabras de otro poeta español muy próximo a la sensibilidad modernista, Manuel Machado, que en el primer número de la revista “Juventud” (1901) afirmaba: "Y por Modernismo se entiende… todo lo que no se entiende. Toda la evolución artística que de diez años, y aun más, a esta parte ha realizado Europa, y de la cual empezamos a tener vagamente noticia". Por entonces, el Modernismo ya era objeto de sátiras teatrales y poéticas y hasta de críticas académicas como la formulada por Emilio Ferrari en su discurso de recepción en la Real Academia Española, en el que se despachaba a gusto contra la nueva poesía y definía el modernismo como "la resurrección de todas las vejeces en el Josafat de la extravagancia".

Modernismo y 98.

A la altura de 1900, pues, el panorama literario español podía dibujarse, muy a gruesos trazos, de la siguiente forma: a) Sobrevive la que en los libros tradicionales se ha llamado Generación del 68, integrada básicamente por novelistas: Valera, Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Pereda, Palacio Valdés, entre otros. Su modelo realista disfruta del favor del público y de los editores, así como del respeto de la crítica, pero no de las simpatías de los creadores más jóvenes. b) Se está dando a conocer lo que en esos mismos libros tradicionales se denomina Generación del 98, con Baroja, Azorín y Maeztu a la cabeza y Unamuno como figura un tanto extraterritorial. Al margen de su malestar político, en el fondo la rebeldía del grupo está animada por el deseo de desplazar a la gente vieja, cosa que empezará a suceder en 1902, cuando algunos de ellos publiquen obras de cierta repercusión. Hasta ese momento, los citados no pasarán de ser autores conocidos únicamente en un círculo de iniciados. c) Ya se habían dado a conocer los autores que en los citados libros acostumbran a ser llamados modernistas. Los escritores de los dos últimos bloques se sentían los representantes de la modernidad y tenían en común un deseo de renovación. Para las interpretaciones más recientes, tan modernistas son quienes oteaban la modernidad desde su atalaya reflexiva sobre el ser español (los antes llamados “noventayochistas”) como los que se instalaban en una plataforma más estrictamente literaria, desde la cual adornaban la realidad con un lenguaje rico y colorista (los en otro tiempo denominados “modernistas”). Ciertamente, las interferencias entre los escritores de los bloques b y c son abundantes. La evocación de Juan Ramón Jiménez en un texto publicado en “La corriente infinita” es clarificadora: dice haber oído, al llegar a Madrid, llamar modernistas a Rubén Darío, a Benavente, a Baroja, a Azorín y a Unamuno. Otra ilustración: en 1904 Pardo Bazán escribe sobre la nueva generación de narradores y ahí, por ejemplo, son modernistas Baroja, Azorín y Valle-Inclán. Era habitual, por otra parte, encontrar en la misma revista textos de escritores modernistas y noventayochistas. En definitiva, las fronteras entre uno y otro grupo eran entonces tan borrosas como hoy se lo parecen a la mayor parte de los críticos. En realidad, los testimonios antimodernistas de los escritores tradicionalmente considerados del 98 se dirigieron más contra los malos imitadores que contra los fundamentos de la nueva estética. Por ejemplo, para Azorín el modernismo era "una alharaca verbalista", según escribía en su artículo "Romanticismo y modernismo" publicado en ABC el 3 de agosto de 1908. En el artículo "Arte y cosmopolitismo" publicado en “La Nación de Argentina” y reproducido en “Contra esto y aquello” (1912), Unamuno escribía: "Es dentro y no fuera donde hemos de buscar al hombre… Eternismo y no modernismo es lo que quiero; no modernismo, que será anticuado y grotesco de aquí a diez años, cuando la moda pase". En fin, con su radicalismo habitual, Maeztu, autor de juveniles versos modernistas, habló en la revista “Juventud” de "la tontería modernista" de "los jóvenes de los lirios y de los nenúfares, las clepsidras y las walpurgis". Todos ellos, sin embargo, mostraron su respeto por el maestro Rubén Darío, que consiguió atribuirse el papel de trasplantador al mundo hispánico de las nuevas corrientes literarias.

Interpretaciones del Modernismo.

En la tradición española el modernismo, pese a sus orígenes hispanoamericanos, ha estado siempre presente gracias a la adscripción de Rubén Darío a nuestra historia de la literatura. Su modernismo americano, en cualquier caso, es distinto de los españoles de, por ejemplo, Salvador Rueda, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina y el últimamente revalorizado Manuel Machado, a su vez muy diferentes entre sí, hasta el punto de dificultar una consideración unitaria. En esa misma tradición historiográfica, Generación del 98 y Modernismo han recorrido caminos distintos, pero siempre paralelos. A ello contribuyó seguramente la difusión del concepto de generación, que había acuñado Julius Petersen en su libro Las generaciones literarias (1930) y que divulgó en España José Ortega y Gasset. Así, en 1935 Pedro Salinas publicó un artículo en el que defendió la aplicación de la idea al grupo del 98, aunque no pensando en dos corrientes literarias separadas: 98 y Modernismo. Sí lo hacía tres años más tarde, cuando hablaba del modernismo como una opción literaria inicialmente de raíz americana que fue entendida por los escritores españoles como una actitud de rebeldía frente a lo antiguo. Otro poeta del 27, Luis Cernuda, sostendría más tarde similar diferenciación entre 98 y modernismo. Esta interpretación, que podríamos considerar tradicional, se vio reforzada por la aparición, en 1951, de un libro de Guillermo Díaz-Plaja cuyo título sugería claramente la oposición que se intentaba demostrar: Modernismo frente a noventa y ocho. Desde entonces, mucho ha ido cambiando la opinión de la crítica. Ya en 1934 Federico de Onís había escrito, en su introducción a una “Antología de la poesía española e hispanoamericana”, que el Modernismo era "la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se había de manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política y gradualmente en los demás aspectos de la vida entera". Juan Ramón Jiménez, cuyos inicios como poeta tanto deben al modernismo, avaló el juicio en el periódico “La Voz” en 1935, avanzando una idea que desarrollaría en un curso sobre el modernismo dictado en 1953. Juan Ramón juzgaba un error "considerar el modernismo como una cuestión poética y no como lo que fue y sigue siendo: "un movimiento jeneral teolójico, científico y literario". Más aún: la llamada generación del 98 "no fue más que una hijuela del modernismo jeneral" Ricardo Gullón fue ampliando desde los años sesenta esta interpretación, hoy consolidada, de acuerdo con la cual modernista sería toda manifestación estética que pueda considerarse nueva a finales del siglo XIX y principios del XX. Ello obliga a rechazar el concepto de Generación del 98 y hablar de modernismo igual que lo hacemos de romanticismo o barroco, por ejemplo: no como una escuela o corriente literaria, sino como un cuerpo de límites muy amplios. En España, en definitiva, la palabra modernismo debería emplearse en un sentido similar a aquel en que se utilizan otros conceptos extranjeros (aunque no podría identificarse con el término modernismo manejado fuera de nuestro país, que es el equivalente a vanguardia). Nuestro modernismo sería lo que en el ámbito anglosajón fueron el prerrafaelismo y el modern style, en el francés el simbolismo y el art nouveau, en el germánico el Jugendstile, en el italiano el decadentismo, etc. El modernismo literario hispánico vendría a ser un conglomerado de impresionismo, simbolismo, expresionismo y parnasianismo que, en definitiva, se nutre de la modernidad de fines del XIX, porque todos esos movimientos se oponen al realismo dominante en la segunda mitad del siglo, aunque también se alimenten parcialmente de él.