jueves, 25 de febrero de 2021

Apuntes sobre periodismo

    A estas alturas del siglo XXI nadie se hubiera imaginado que se cuestionase la libertad de expresión o que se trate de controlar de cualquier medio de comunicación, que viene a ser prácticamente lo mismo. ¿El populismo o el ansia de perpetuarse en el poder pueden llegar a este punto?

 Una noticia debe ser objetiva, nadie lo duda y tiene que contrastarse antes de ser impresa en el papel o arrojada al paralelo mundo de internet, pero jamás debe impedirse la interpretación de la misma.

 También está acaeciendo algo parecido en las redes sociales, las cuales son vías que facilitan una libertad de expresión que, sin embargo, puede recortar un determinado gobierno o ser esclava de los subliminales dictados de las grandes multinacionales que financian a otras empresas de la llamada “The Social Media Family” (Facebook, Twittwer, Instagram…). Buena parte de la información que se vierte en ellas no está verificada o, simplemente, es falsa (los ya tristemente famosos bulos o las llamadas “fake news”). También se emplean para “controlar a la población”, pues ofrecen una supuesta libertad a la hora de expresarte libremente, a cambio de datos personales que Facebook, Instagram o Twitter gestionan para lo que estimen oportuno.

 George Orwel, en su obra maestra 1984, adelanta todo lo que está sucediendo hoy en día: control de la información, vigilancia, una cuestionada libertad de expresión e incluso la imposición de una neolengua por parte de un gobierno. Fue publicada en 1949 y en ella se adelanta lo que será una sociedad futura (1984). Aparece en 1984 el “Gran Hermano” que te vigila a diario (una pantalla que en la actualidad bien podría ser tu ordenador o dispositivo móvil); el “Ministerio de La Verdad”, que destruye o censura determinados periódicos, enciclopedias u otras fuentes del conocimiento con el fin de conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado; el Ministerio del Amor, que reeduca a la población, inculcando un amor férreo por el “Gran Hermano” y las ideologías del Partido; el “Ministerio de La Paz”, que defiende la guerra: hay menos revueltas sociales cuando el odio y el miedo se pueden enfocar hacia fuera. El Partido somete a la población a un control absoluto de sus movimientos, indicando como deben comportarse y actuar las personas, mediante una vigilancia exhaustiva de sus acciones. También se imponen los dos minutos de odio y lemas como “Guerra es Paz, Libertad es esclavitud e Ignorancia es fuerza”.

  Por otro lado y si hacemos un pequeño recorrido por los orígenes del periodismo,  tendríamos que remontarnos a los siglos en los que se descubrieron los instrumentos técnicos que permitieron llevar al mayor número de lectores las noticias más recientes. Cabría distinguir dos grandes periodos separados por el hito de 1850: en el primer periodo, tras el noticierismo manuscrito de la Edad Media y la aparición de la “gacetas” en el siglo XVI, surge en Francia el primer periodista de la historia, Teophraste Renaudot, quien en 1631 obtuvo una concesión real (más concretamente del cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII) para publicar en exclusiva La Gazette de France, semanal. A partir de 1850, el periodismo es un fenómeno contemporáneo, al conseguirse su universalización con su impresión en rotativas y la captación de la publicidad. Aparece en España la figura de Larra, destacado articulista. Como tal, pueden dividirse en tres etapas bien definidas: periodismo  ideológico, informativo y de explicación. Jamás nadie dudó de las informaciones aportadas por Renaudot o Larra y tampoco nadie las censuró. En el caso del español, tampoco pudo con él la época de inestabilidad causada por la guerra civil (carlistas contra isabelinos) tras la muerte de Fernando VII.

 En resumidas cuentas, la culpa de todas estas polémicas podría residir en esas ideologías de los medios de comunicación, en general; líneas editoriales propias que conocen y suelen compartir sus receptores. En la medida en que toda ideología desea propagarse, hay en los medios una intención más o menos consciente de propaganda: aspiran a que sus opiniones sean compartidas por el mayor número posible de ciudadanos. Hasta este punto ha llegado la radicalización de las ideologías políticas: leer, escuchar y ver lo que dicta la pasión; hacer caso omiso al razonamiento, a la moderación y al sentido común que acompaña a la tolerancia.

 


domingo, 14 de febrero de 2021

"Por los presentes y por los ausentes", a mi amigo Javi Díaz

  Magec bajó para citarse con la Pared de Roberto: alta, elevada…Y allí escuchó el rumor del viento por primera vez, uniéndose Javier para siempre a la Caldera de Taburiente. No quiso irse antes de tiempo, porque todos conocíamos su fuerza vital y su férreo caparazón para capear los más duros temporales. Nunca agachó la cabeza, siendo él precisamente una de esas personas que pensaban que “el trabajo es simplemente un medio”. Si tocaba dejar algo por hartazgo, lo hacía sin ningún tipo de problema o trauma. Sus motivaciones se encontraban en las tradiciones y en las costumbres canarias, ¡siempre la Patria Canaria presente en su vida…! 

     Mi amistad con Javi era una de estas de las que no se sabe muy  bien el origen, aunque con el paso del tiempo te imaginas que la primera vez que nos dirigimos la palabra o que jugamos juntos sería en uno de los famosos cumpleaños de Chechú en La Placeta, aquellos que rápidamente organizaba y finiquitaba Mari Tere, amiga de mi madre y de la de Javi.

 En la siempre barnizada puerta de entrada y justo al lado de su cuarto se colocaba Chechú, tal taquillero cobrando entradas, asegurándose siempre de recibir su cumpleañero regalo y dejando paso al comedor de la casa, siempre iluminado desde una ventana que daba a la huerta. Alguna vez celebraríamos también el de Armando, el hermano de Chechú, quiero imaginar…¡O que a todos estos eventos los denominásemos “el cumpleaños en la casa de Chechú”! Lo cierto es que el nombre oficial de la celebración era “el cumpleaños en la casa de Chechú”. También todo el mundo tenía clara la táctica en esas celebraciones: había que llegar temprano e intentar comer todas las papas fritas y sándwiches de salsa de anchoa que pudieras, acompañados de refrescos Nik de naranja o de fresa, porque Mari Tere siempre nos enviaba a “La Plaza de Abajo” antes de tiempo.  De poco servía buscarte la excusa de meterte en el cuarto de Chechú para ayudarle a abrir los regalos y así darte un salto al siempre soleado comedor, porque el grito de Mari Tere penetraba en cualquier cuarto y te recordaba que debías abandonar la casa. Era el tiempo de asueto de los mayores, como así corroboré una rara vez que regresé antes de tiempo de La Plaza por culpa de un dolor de cabeza. 

   “La Plaza de Abajo” y “La Plaza de Arriba” eran nuestras ludotecas al aire libre. Allí celebrábamos partidos de fútbol con pelotas de tenis, retando siempre a los policías municipales que se encargaban de que se cumpliera la prohibición de jugar allí al balompié; organizábamos no permitidas, que no ilegales, carreras de monopatines y bicicletas; gamberradas varias...¡Pero sobre todo,  jugábamos a los “Hermanitos”, esa mezcla de pillada y escondite que tanto nos gustaba!   

   Y fue precisamente en esa Plaza de España cuando ya Javi y yo entablamos oficialmente nuestra amistad, porque gracias a un partido de baloncesto que celebraba allí la incombustible Marisol Van Baumberghem ya nos caímos bien. Los entrenamientos de baloncesto con Marisol entablaron amistades de personas que alguna vez se conocieron, aunque no eran conscientes de las mismas. Elías, Javier “el ganso” (así apodábamos por aquella época a Javi Díaz), Pulido y muchos otros comenzamos la aventura del baloncesto y perpetuamos eternas amistades.  

  Javier era de Los Llanos y se crio con nosotros. Su padre es de El Paso y allí tenía, y sigue poseyendo, una finca de naranjas a la que solíamos ir después de algún partido contra los pasenses. Años más tarde, la Familia Díaz Hernández se mudó a la Ciudad de Los Almendros y desde entonces reside en la casa que estaba próxima a esas huertas de naranjas. En una de las lonjas de la casa fundamos la “Bodega de Miguel Díaz”, auténtico nido de borracheras con las que bautizábamos nuestra juventud. Era el comienzo de lo que luego eran aventuras por las noches llanenses, pasenses o bagañetas; siendo a su vez la perfecta excusa para reunirnos y salir todos juntos; eso sí, con unas borracheras bastante importantes, todo hay que decirlo…¡Y si no, qué se lo pregunten a Clodo, Ñaco, Alexis y compañía!  

  El mismo ritual se repetía en el piso que la Familia Díaz Hernández tenía en Santa Cruz de Tenerife, lugar también de las acciones de Fernando Esteso, símil que se me ocurrió luego del accidentado encuentro para nada esperado que tuvieron una ex de Javi con la que era su novia por aquella época…No es que él fuese infiel por naturaleza, ni mucho menos, sino que así actuó después de que a él le destrozaran el corazón por primera vez en la relación amorosa más tormentosa y embarrada que se recuerda.   

   Ese piso de Santa Cruz fue también testigo de algunas fiestas previas al Carnaval, al que se apuntaban exiliados palmeros por motivos de estudio y de baloncesto, siempre baloncesto. Horas y horas de cancha con miles de tiros al aro lo llevaron a proclamarse campeón de Canarias Junior con el UNELCO Tenerife y dejar luego su imborrable huella en el Torneo de Verano Aridane. Y precisamente en esa estival competición protagonizó el hecho insólito de “pelearse” con un mismo compañero de equipo en una rueda de entrenamiento previa a un partido, clara muestra de que era un animal competitivo que buscaba siempre no solo su máximo rendimiento, sino el de todo el grupo. Le gustaba ganar y empujaba a sus compañeros hacia la victoria, pero también sabía perder.        

    ¡Y comenzó el epílogo en Planeta Garafía!  Nuestras expediciones a Las Tricias llegaron a convertirse en obligadas citas cada mes… Fue todo un pictórico y auténtico descubrimiento para Javier y para toda esa pandilla que formamos unos amigos de amigos que llegamos a ser inseparables en época de crisis postcarreras, esos periodos intermedios que comprenden el final de los estudios universitarios con el inicio de un posible trabajo temporal “en lo que sea”, como se solía decir. La familia del amigo José Luis, alias José Winston, tenía en esa zona de la isla una casa antigua y una amplia huerta con un pequeño estanque. Junto a este, y utilizando una de sus paredes, un improvisado asadero…Justo enfrente, un antiguo aljibe de agua que nos servía de auténtico escenario de "nuestros cómicos shows". Allí contaba sus chistes José Luis, acompañados de la sonoridad de mis vulgares y estruendosos eructos: toda una mezcla de poco entendido humor para los profanos, destronchante risa para los amigos y que provocaba unas interminables carcajadas etílicas a todo el mundo. El humor de José Luis solo era comprensible por la forma en que versionaba los chistes del famoso Eugenio y de una escandalosa risa que contagiaba a quienes lo escuchaban. Hubo ocasiones en las que también se atrevió a tocar un acordeón, en una especie de sonoro recuerdo de su fallecido y querido padre. 

    El vino tinto era protagonista desde temprano, previo paso por algún bar de Tijarafe o Puntagorda donde nos refrescábamos con alguna cerveza y comenzábamos a "hacer fondo", como se solía decir en aquellos tiempos de alcohólicos excesos.

   La organización de esos parranderos sábados comenzaba los viernes por la tarde en la casa de Los Dos Pinos del propio José Luis, con la preparación de filetes de pollo en salmorejo y la provisión de buen vino. Había ocasiones en las que nos ofrecíamos a echarle una mano a José Winston en la construcción de un pequeño baño en la huerta de Las Tricias, en cavar unas papas o en tratar de sulfatar unas uvas que nunca fueron vendimiadas, pues siempre se las robaban antes de poder ir a recolectarlas. Misteriosos actos del Norte de La Palma, en esa Garafía profunda donde las piezas de un lagar de madera de tea van desapareciendo como por arte de magia cada año, provocando indignación y disgusto en el dueño de tan preciada antigüedad.  

     En uno de esos tenderetes, el pequeño baño que improvisamos con ladrillos apalabrados fue destruido por una de mis escandalosas borracheras; en otras, descubrimos el “Charco de los Chochos” o Lomada Grande, lugar en el que también los amigos se dieron cuenta de que la pesca no era lo mío y que debía dedicarme a otro pasatiempo.

Las parrandas de Las Tricias duraban hasta que el cuerpo aguantase, pues mientras algunos íbamos a dormir la mona al anochecer, después de unas azafranadas, violáceas y frías puestas de sol, para Javi y algunos más comenzaba la noche en el bar-tienda-sala de juegos de Las Tricias, retando a los viejos del lugar a tomar unos rones, echar unas partidas de futbolín y billar o tratar de jugar a las cartas o al dominó.

   Ahí fue precisamente cuando el amigo Javi se enamoró de Las Tricias, de Garafía y de su autenticidad, como le gustaba a él describir las costumbres y tradiciones de su paraíso, de su Planeta Garafía.

   Poco a poco fuimos aventurándonos todos en nuestros destinos: unos se trasladaron a vivir al otro lado de la isla, otros consolidaron sus proyectos familiares y yo comencé mis aventureras andaduras en el mundo de la Educación, tomando como destino las islas orientales primero y Chicago después, cumpliendo mi tan ansiado sueño de “hacer Las Américas”.

    Mientras tanto y sin que nos diéramos cuenta, Javi se fue aislando en Las Tricias, comenzando así la última etapa de su vida. Allí disfrutó de los últimos años de su feliz existencia, porque cultivó la amistad con los garafianos y con personas que, como él, también se enamoraron de esa parte olvidada y paradisíaca del norte de la Isla Bonita. Fueron años de aventuras, de enriquecimiento histórico y cultural; pero sobre todo de mimetismo con una tierra y un espacio con el que se integró y se fundió en uno solo. Ayudaba a sus vecinos en sus duros trabajos y aprendía de ellos y de sus oficios. Llegó a publicar un pequeño libro de investigación sobre dichos, refranes y canciones del lugar, en forma de cuchufletas. Creó un pequeño museo benahorita en el CEIP de Santo Domingo y dejó su huella en forma de bancos que miraban al mar en El Tablado o en Don Pedro. Pateó senderos con su inseparable hermano Nando, quien le contagió su amor por la fotografía. Y sufrió un injusto y mortal accidente en su última aventura, justo en el sitio donde había encontrado la paz espiritual y todo un tesoro arqueológico. 

   Javier siempre decía que si las puertas de la Educación se le cerraban, no se le caerían los anillos para tocar en otras y trabajar en lo que fuera con la intención de poder seguir llevando a cabo esa vida de descubrimiento de su “Planeta Garafía”, de cultivarse intelectualmente con las lecturas de su referente literario, Eduardo Galeano, o simplemente con el disfrute de hacer radio y conseguir difundir sus gustos musicales entre los habitantes de ese norte de La Palma, tal Chris Stevens en Northern Exposure (‘Doctor en Alaska’). 

   Hay quien afirma que entre el arremolinado viento de los barrancos de Garafía se siguen escuchando voces, pero ahora mezcladas con aquellas ondas de Radio Luz por las que transmitía el amigo Javi su amor por la buena música y su auténtica sabiduría de las costumbres del Pueblo Canario, de aquel que tiene clara su identidad y su origen.

    Nadie se esperaba, ni siquiera imaginaba, que toda la vida de Javier se precipitara así: un accidente en un precipicio… Descansa en paz, amigo Javi, y pronto nos “echaremos unas palabras y unas risas” ahí arriba, junto con mi hermano y tantos otros que por una causa u otra se nos han ido antes de tiempo. Seguiremos honrando tu memoria y asegurando que nadie se precipite a la hora de juzgarte, porque como tú bien decías: "de todo lo que me dijo, me quedé con lo que vi..."