A nadie se le pasó por la
cabeza que Esteban, mi compañero de departamento en el IES Corralejo de
Fuerteventura durante varios años, se atreviera con una novela…¡Y negra, para
más inri! “Mis primeras impresiones” fueron de asombro, porque a pesar de saber
que el amigo Esteban es un empedernido lector, no lo imaginaba por los
recovecos de la literatura (es doctor por la Universidad de La Laguna y ha
publicado artículos de Sociolingüística). Tipo irónico por naturaleza, cayendo
a veces en la ancestral burlesca palmera, se metió de lleno en la novela
policial, novela negra…O como quieran denominarla, porque no es cuestión de entrar
en estériles discusiones sobre la etiquetación de su primera obra como una novela negra o de subgénero de una
policial, si la segunda es una distopía
o si la tercera es un thriller
psicológico, porque las tres son oscuras en todos los sentidos: humor
negro, escenas nocturnas, oscura sátira pesimista de la sociedad actual, etílicas
sombras de imágenes oníricas que no distinguen la realidad de los sueños…
Después de unos inicios serios y titubeantes, el autor saca todo su humor negro, no dejando de lado esa tensión solemne que él impone desde el comienzo de la obra. En medio de la misma, personajes casi olvidados y oxidados en sus viejos despachos de nicotina, ron y ruidos de antiguas oficinas, junto con lúgubres parajes y antros de Los Cancajos y el Puerto de Tazacorte, mezclados con modernistas bulevares que unen Los Llanos de Aridane, París o Santa Cruz de La Palma. El final de la misma es tan inesperado, que el lector experimenta la sensación de querer una segunda parte o una serie.
Continuó con Nuca olvidaré su adiós, en la cual el autor hace un guiño claro a George Orwell y a su novela 1984. El novelista palmero hace un híbrido entre una distopía marcada por la pandemia de la COVID-19 y un misterioso asesinato en la localidad de Corralejo, en Fuerteventura, que le da un aire de thriller que trata de ser resuelto por personajes del mundo de la educación. Dentro de un tono quizás más autobiográfico, el autor muestra todo un derroche de fina ironía sobre esta dictadura cultural que impone el postmodernismo: cualquier idea o afirmación que salga de la línea que marca el gobierno de turno o del único partido ético y moral es sujeta a ofensa o ataque a colectivos minoritarios y reprimidos. El fanatismo y la histeria colérica clama cada día ante supuestos “micromachismos”, cosificaciones o ataques “algofóbicos”, porque todos somos sospechosos de delitos de odio que deben ser juzgados por una especie de “ministerio de la verdad” orwelliano. Es una crítica clara al ataque de libertades que se coartaron durante el confinamiento producido por la pandemia de la COVID-19. En medio de todo, crisis y agotamiento de relaciones de parejas que se fueron agudizando durante la cuarentena: convivencia que acaba con la peor de las soluciones. ¡Y un final inesperado, como en la primera novela!