sábado, 23 de marzo de 2024

“La vida inclusiva de Brian y la cohesión textual”, Pedro R. Mederos Díaz

  

 Hace ya un mes que la RAE ha vuelto a explicar que la gramática no tiene absolutamente nada que ver con el sexo o con esos rebuscados micromachismos. Se escandalizan los filólogos ante los acuerdos de la mesa del Congreso del 5 de diciembre de 2023, con recomendaciones absurdas que ponen en peligro no solo la cohesión textual, sino también la coherencia, el sentido y la correcta interpretación de las leyes.       

  También vuelve la polémica que crea la “Generación de Cristal” con exigencias para que se adapte la versión teatral de La vida de Brian o para que David Summers y Hombres G cambien a letra de su ya mítica canción “Sufre mamón”…¡Todo ello por lenguaje sexista!

    Son circunstancias que invitan a reflexionar sobre una sociedad en la que todo es susceptible de ofensa. En una polémica escena de la primera, La vida de Brian, esa eterna y genial sátira de los Monthy Python que pasó de ser políticamente incorrecta para la sociedad conservadora de finales de los años setenta y que ahora se torna en reaccionaria en el posmodernista siglo XXI, se produce un debate político del “Frente Popular de Judea”. En la misma, se observa como Stan afirma: “quiero ser mujer. Es mi derecho como hombre. A partir de ahora, llamadme Loretta”. Lejos de entrar en polémicas políticas sobre el conocido “género como autopercepción de sexo”, la intención es justamente todo lo contrario: denunciar la politización de la gramática. En esa misma escena se observa el debate entre Stan y Francis. Este último se pierde en su discurso ante las correcciones de Stan:

- Es el derecho inalienable de todo hombre, afirma Francis.

- O mujer, interrumpe Stan.

- Ser liberado, prosigue Francis.

- O liberada, vuelve a interrumpir Stan.

- O liberada…¡Gracias, hermano!, asevera Francis.

- O hermana, sigue interrumpiendo Stan.

  Después de esta última interrupción, Francis se queda perdido y pregunta:

- ¿Por dónde iba?

                                                                     

La escena es una brutal y genial parodia del llamado “lenguaje inclusivo”, un virus que atenta contra la gramática, ese conjunto de normas que consigue que un español se comunique con un mexicano; evitando así la deriva que tomó el Latín: un habitante de la actual Rumanía se podía comunicar en latín vulgar con otro de España. Las lenguas evolucionan de forma natural, cierto; involucionan si se hace de forma artificial o impuesta. 

    En este fragmento de la película se rompe, además, uno de los principios básicos de un idioma: la economía del lenguaje. Francis se siente perdido o aturdido porque hay elementos que lo distraen y que hacen complicada la comunicación. El receptor sufre la redundancia, una falta grave de cohesión textual.

    Esta propiedad del texto es el epicentro que desmonta toda esta demagogia política. Se podrían dar otras explicaciones que refutaran este atentado contra la lengua, bajo la primitiva falacia de quienes tratan de justificar estas sandeces con “lo que no se nombra, no existe” o “las niñas se sienten discriminadas…” ¡Ni un niño ni un adulto se sienten discriminados cuando se les llama personas o gente, ambas palabras de género femenino!

    Pero centrándonos en la cohesión, la misma es una de las principales propiedades que debe poseer un enunciado si se quiere considerar como texto, junto a la coherencia y a la adecuación. En este sentido, soy de los filólogos que cada vez le dan más importancia a la “Gramática del texto”. Es fundamental a la hora de redactar bien. Se podría definir a la cohesión como una estructura que asegura la unidad de un texto, conecta perfectamente los elementos sintácticos en función de los contenidos semánticos. En otras palabras: se encarga de la correcta utilización de los conectores, evita la redundancia a través de procedimientos tales como los campos semánticos o el empleo de la anáfora, de la catáfora o de la deixis, etc.

    Y es aquí, en la enseñanza de la también denominada Lingüística textual, cuando aparece la demagogia de docentes que se dedican a mezclar política y gramática, sabiendo que cohesión textual y lenguaje inclusivo son como meter en una jaula a una cabra  y a un león. ¿Para qué se enseña entonces la cohesión textual?

    Da vergüenza ajena cuando se lee en informes: “de 30 alumnados, superan la materia 22” (alumnado es un sustantivo colectivo que rige el verbo en singular). Últimamente se presiona a los docentes para que empleen términos como alumnado, profesorado, etc. No habría problema al respecto si se usaran bien, pues toda la vida se ha utilizado la palabra “proletariado”, por poner un ejemplo que todo el mundo ha escuchado; sin embargo, es imposible no emplear “alumnos”, a pesar de las presiones de las administraciones públicas para que se use la “neolengua”.

     En países como Francia se ha prohibido el empleo del lenguaje inclusivo; en Alemania, en el lenguaje judicial, por las confusiones. En España no solo se ningunea a la RAE, sino que se tilda a sus miembros de “fachas”, comodín para desacreditar a quienes a pesar de creer en lo público y en el estado del bienestar, no mezclan política y gramática...

    Los Monty Python aseguran que no van a cambiar la famosa escena del debate político del “Frente Popular de Judea” durante la adaptación teatral de la película La vida de Brian, a pesar de las presiones de la “Generación de Cristal”, esa para la que todo es susceptible de ofensa. Tampoco David Summers, quien ha afirmado que no cambiará ni una sola palabra de su canción…¿Por qué hay filólogos que doblan sus rodillas ante presiones políticas? ¿Por qué se hace caso omiso a la RAE y se siguen los disparates de los posmodernistas primero y los deconstructores después? Y lo más importante: ¿por qué se sigue obligando a escribir mal a los docentes?   












martes, 13 de febrero de 2024

“La penúltima de Esteban San Juan: El juego de los ególatras”, Pedro R. Mederos Díaz

  Una de esas ingeniosas frases de Les Luthiers con la que podríamos identificar a Esteban San Juan es la que reza: “no te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella”. El escritor palmero no es ya un neófito de la novela negra, pues nos presenta el 21 de abril su tercera obra: El juego de los ególatras, ganadora de la séptima edición del Premio «A sangre fría» de Novela negra 2022.

   A nadie se le pasó por la cabeza que Esteban, mi compañero de departamento en el IES Corralejo de Fuerteventura durante varios años, se atreviera con una novela…¡Y negra, para más inri! “Mis primeras impresiones” fueron de asombro, porque a pesar de saber que el amigo Esteban es un empedernido lector, no lo imaginaba por los recovecos de la literatura (es doctor por la Universidad de La Laguna y ha publicado artículos de Sociolingüística). Tipo irónico por naturaleza, cayendo a veces en la ancestral burlesca palmera, se metió de lleno en la novela policial, novela negra…O como quieran denominarla, porque no es cuestión de entrar en estériles discusiones sobre la etiquetación de su primera obra como una novela negra o de subgénero de una policial, si la segunda es una distopía o si la tercera es un thriller psicológico, porque las tres son oscuras en todos los sentidos: humor negro, escenas nocturnas, oscura sátira pesimista de la sociedad actual, etílicas sombras de imágenes oníricas que no distinguen la realidad de los sueños…

   Cabe recordar que se inició en el mundillo literario con No siempre llueven vírgenes, en la que el autor palmero describe esas dos partes de La Palma que divide Cumbre Nueva: una capital que administra la Isla Bonita y con tradición de hogar de antiguos marineros y piratas; otra, el Valle de Aridane, auténtico motor económico de la Isla de San Miguel de La Palma y asentamiento de terratenientes y “aguatenientes”. Lejos de tópicos y leyendas, se produce una serie de asesinatos en ambas partes de la isla que tienen como sospechosos a miembros de cada banda, de cada cantón de Benahoare.

   Después de unos inicios serios y titubeantes, el autor saca todo su humor negro, no dejando de lado esa tensión solemne que él impone desde el comienzo de la obra. En medio de la misma, personajes casi olvidados y oxidados en sus viejos despachos de nicotina, ron y ruidos de antiguas oficinas, junto con lúgubres parajes y antros de Los Cancajos y el Puerto de Tazacorte, mezclados con modernistas bulevares que unen Los Llanos de Aridane, París o Santa Cruz de La Palma. El final de la misma es tan inesperado, que el lector experimenta la sensación de querer una segunda parte o una serie. 

Continuó con Nuca olvidaré su adiós, en la cual el autor hace un guiño claro a George Orwell y a su novela 1984. El novelista palmero hace un híbrido entre una distopía marcada por la pandemia de la COVID-19 y un misterioso asesinato en la localidad de Corralejo, en Fuerteventura, que le da un aire de thriller que trata de ser resuelto por personajes del mundo de la educación. Dentro de un tono quizás más autobiográfico, el autor muestra todo un derroche de fina ironía sobre esta dictadura cultural que impone el postmodernismo: cualquier idea o afirmación que salga de la línea que marca el gobierno de turno o del único partido ético y moral es sujeta a ofensa o ataque a colectivos minoritarios y reprimidos. El fanatismo y la histeria colérica clama cada día ante supuestos “micromachismos”, cosificaciones o ataques “algofóbicos”, porque todos somos sospechosos de delitos de odio que deben ser juzgados por una especie de “ministerio de la verdad” orwelliano. Es una crítica clara al ataque de libertades que se coartaron durante el confinamiento producido por la pandemia de la COVID-19. En medio de todo, crisis y agotamiento de relaciones de parejas que se fueron agudizando durante la cuarentena: convivencia que acaba con la peor de las soluciones. ¡Y un final inesperado, como en la primera novela!

  En esta tercera, El juego de los ególatras, Esteban San Juan vuelve a la escena del crimen de la primera como un ciclón, tal otra tormenta tropical Delta que pone patas arriba a toda la Isla de La Palma y a sus estamentos; destapando toda una trama de corrupción institucional que sacude a la siempre tranquila y pausada capital de la isla. A través del personaje de Mario Berriel, pintor venezolano afincado en la Isla Bonita y acusado de un asesinato, y de Fariña, un policía que no está seguro de la culpabilidad de un artista cuya voluntad parece anulada por la surrealista manera de mezclar el mundo real y el onírico (¿tal Raskólnikov en Crimen y castigo?), se nos presenta un itinerario por un mundo que mezcla pintura y literatura, con influencias claras de Oscar Wilde (El retrato de Dorian Gray) y de Saramago y su Manual de pintura y caligrafía, de la literatura barroca de William Shakespeare o de Calderón de la Barca y las apariencias engañosas (La vida es sueño) y de la música. En medio de todo, el juego de egos de una mujer artista frustrada con un poder casi ilimitado, de un actor de teatro cuya psicopatía le lleva a perseguir a un pintor que es siempre esclavo del amor o de un político que antepone el éxito de su carrera a su verdadera condición humana. Todo ello aderezado de una acción y un dinamismo que ya empieza a ser el sello característico del autor palmero y que le da un carácter ameno a su lectura, a la vez que complementado de crímenes que deben ser resueltos, tensión sexual a raudales y suspense hasta el final.            

  Pues ya saben, como dijera Marcos Mundstock, de Les Luthiers: “no deje de ver El asesino misterioso; si usted ya la vio, no cuente el final; si usted aún no la vio, no adivinará hasta el último minuto que el asesino es Jack el forastero”… En este caso: no deje de leer la penúltima novela del amigo Esteban, porque habrá más y mejor…








jueves, 8 de febrero de 2024

“El Gran José Luis, ¡vaya!”, Pedro R. Mederos Díaz

 

  Lo primero que me contestó el amigo Henry cuando le envié su foto por whatsapp con la intención de que tratara de adivinar quién era el protagonista de la misma fue: “el Gran José Luis, vaya…” Treinta y pico San Martines largos tuvieron que pasar para que me reencontrara con nuestro profesor de Historia de España: José Luis Martín Pérez.

     Fue a finales de los famosos años ochenta del siglo pasado cuando en el IES Eusebio Barreto me dio clase el “Gran José Luis”, no José Luis. Era duro, muy duro aprobar la materia de Historia de España con él, aunque era de las pocas materias del Bachillerato en las que yo sacaba sobresaliente (ya en la carrera universitaria “me puse las pilas” y saqué buenas notas).

      Todos los docentes tenemos alguna “coletilla” que usamos sin darnos cuenta durante una sesión de clase…La de José Luis era: “…vaya”, “el rey Carlos II, un incapaz para asumir las funciones de gobierno; un inútil y un tolete, vaya”.

     Con esa valentía se nos presentaba José Luis en los juveniles y peligrosos comienzos de una democracia que, sin haber cumplido su mayoría de edad, ya había sufrido lo que en principio fue un Golpe de Estado fallido (el tristemente famoso 23 F, por ser el primero de la historia que es retransmitido en directo por la televisión) y que luego se supo que en realidad se trató de un Golpe de Gobierno de Juan Carlos I a Adolfo Suárez, por aquel entonces presidente del Gobierno de España (que por presiones internacionales no llegó a ningún puerto).

     Siempre sin pelos en la lengua y con elegancia en el correcto uso del lenguaje y en el vestir, todo hay que decirlo (siempre se presentaba con una americana sin corbata y unos pantalones vaqueros, como buen socialista que siempre ha sido), José Luis daba lecciones magistrales luego de dictarnos unos apuntes elaborados por él mismo. Explicaba punto por punto, de forma cronológica y con la mayor imparcialidad posible, datos y fechas, pasando después a jocosos comentarios personales, dejando siempre claro y de forma humilde que ese era su punto de vista.

    José Luis era el auténtico protagonista de la clase, cortando de cuajo cualquier intento de torpedeo de la misma por parte del gallito tonto de turno y recibiendo siempre la bendición de los parroquianos que disfrutábamos de sus clases y de sus filípicas a quien correspondiese en forma de “graciosos golpes”, ¡qué no eran pocos y que te hacían reír, prestarle atención y no perder la concentración!

     Al ritmo de castañas, piñas, costillas saladas y papas, regado todo de buen vino, me lo encontré en la celebración de San Martín del IES Luis Cobiella Cuevas, donde luego de su corta estancia en Los Llanos de Aridane, siguió sentando cátedra en Santa Cruz de La Palma durante muchos años.

     Todo un mito y un personaje en ambos lados de La Palma (también fue diputado), hablamos de política, de historia y de la triste deriva que estaba tomando la Educación, especialmente la Geografía y la Historia, a la que la nueva LOMLOE trata de eliminar cronología y contenido, proponiendo estériles debates sobre acontecimientos sin fechas e investigaciones sin previa base alguna; los dispositivos móviles y la dañina inteligencia artificial; de la idiosincrasia de los canarios y de los nacionalismos…

  ¡Fue en un San Martín del siglo XXI que organizaba el fiestero José Luis, uno de la vieja guardia del IES Luis Cobiella, el “Gran José Luis”, vaya!         


  

miércoles, 1 de noviembre de 2023

"Otoño de 2004", Pedro R. Mederos Díaz


  Llegaba el primer otoño en tierras norteamericanas y la naturaleza ofrecía uno de los espectáculos de colores más bonitos que jamás haya apreciado un canario: el cambio de tonalidades y tinturas de las hojas de los árboles y una mágica mudanza rápida de temperatura, debido a que no hacía el calor sofocante y húmedo del verano, ni tampoco el frío del invierno. Llovía más que en cualquier otra estación, es cierto, pero la temperatura era neutra: no había ni frío ni calor, sino todo lo contrario, con lo cual daba igual cómo las personas fueran vestidas. Si bien es cierto que en Inglaterra había visto algo parecido, en Chicago era un fenómeno difícil de describir, pues englobaba cambios de temperatura, gradaciones de colores hasta en el cielo y el culmen de todo el proceso: la primera nevada antes del invierno. Si ya la nieve es hermosa para quien no tiene que “palearla a diario” en la puerta de su casa y en el jardín, ver una nevada es un momento de un maravilloso silencio que agradecían todos los sentidos: vista, tacto, oído, gusto e incluso olfato (sobre todo la primera vez que se observa ese fenómeno). 

Para la vista era algo fuera de lo normal ver en el parabrisas de un automóvil la perfección de rayas y bifurcaciones que tiene un pequeño copo de nieve, tal estrella de mar, erizo y pulpo a la vez por un lado; por el otro, una extraña luminosidad que encandilaba; para el tacto era como tocar arena helada, a diferencia de la nieve o granizo que caía en las cumbres de Canarias o en el sur de Inglaterra; para el oído era una pausa extraña en una ciudad llena de ruidos por todos lados; para el gusto, agua exquisita cuando caía en tus manos; para el olfato, un olor neutro que te hacía olvidar la polución de una gran ciudad.

  Era la época del Thanksgiving Day, el ‘Día de Acción de gracias’ de los colonos hacia los indios, que en Estados Unidos consistía en la reunión de la familia o pasar esa jornada con alguien que no tuviera con quien estar. Era como una especie de Nochebuena en la tradición española en la que era típico cocinar un pavo. Con el paso del tiempo, el ave ya se compraba congelada, se metía en el microondas y el relleno de dentro se compraba aparte. Así eran las nuevas costumbres en Estados Unidos: cocinas enormes, con “islas mesa” en el centro, al más puro estilo de las de los chefs profesionales de los hoteles, con todo tipo de detalles, cuberterías, utensilios de cocina, grandes neveras y congeladores… ¡De adorno, porque el estadounidense no pierde el tiempo cocinando! Utilizan el congelador, el microondas para descongelar y calentar productos que ya compran elaborados y la nevera para tener leche fresca que poner a sus cereales procesados y ultra-azucarados por la mañana!

  Mi mujer y yo fuimos invitados a la casa de un compañero de instituto que daba clases de francés y español. Una persona ya a punto de jubilarse, con una cultura extensa y con el hambre de conocimiento de un estudiante universitario.

  Con el paso del tiempo, me hice íntimo amigo del “irlandés”, como denominaba la prima de mi madre a Jack Higgins.

  “Irlandés”, “polaco”, “ruso”, “escocés”, “mexicano”, “lituano” o “ucraniano” eran las denominaciones de los chicagoanos. De ahí la cardinal importancia del llamado “heritage”, un término que en español se traduciría como ‘herencia’ o ‘procedencia’; pero que en Estados Unidos va más allá y crea graves problemas de identidad en un país que tiene muy poca historia en común. He aquí la explicación de tanta bandera estadounidense en las casas o la interpretación del himno de Estados Unidos antes de cada acontecimiento de masas. Lo que en el Viejo Continente era interpretado como “fascismo” o nacionalismo extremo, en Estados Unidos significa algo que los une y que les da identidad.   

    La ciudad de Chicago me enamoró a primera vista: era una urbe del Midwest que rodeaba una gran parte del lago Míchigan, protagonista absoluto de la misma. Este pequeño océano de dulces olas y amarillas playas de arena era vital para mí, un canario que necesitaba ver el mar, símbolo de orientación en ciudades como Las Palmas de Gran Canaria o Santa Cruz de Tenerife. Si alguien se pierde en ellas, nada más fácil que ir hacia donde se ve el mar (cerca de él están los puertos, ayuntamientos, cabildos u oficinas de información). En todas las islas, el ponto es símbolo de libertad, de futuro y de prosperidad; sobre todo en épocas de hambrunas o de dictaduras como las de Primo de Rivera o la de Francisco Franco. El Océano Atlántico trasladaba a los canarios en el siglo XX a Cuba primero y a Venezuela después. En siglos anteriores, hubo emigración canaria a La Luisiana (Saint Bernard Parish), a San Antonio de Texas o a Uruguay (Departamento de Canelones y la fundación de la ciudad de Montevideo).   

  Chicago era y es una ciudad política, correctamente política. El apodo de “The Windy City” no es exactamente por el viento polar que camina por el Lago Míchigan desde Canadá y que inunda cada invierno la Ciudad de Chicago, ¡qué también!, sino por el politiqueo, los “susurros” y el chanchulleo que siempre han existido en esta polémica población del llamado Medio - Oeste. El poder de la ciudad se repartía por “etnias”: los blancos controlaban los bomberos, la policía o en ese momento la alcaldía, con la saga de los Daley; los afroamericanos, el correo, transporte, etc.               

   Los hispanos no “pintaban nada”, a pesar de ser millones los que poblaban todo el estado de Illinois. Habían adquirido cierta cuota de poder en el sistema educativo, por ser el español la segunda lengua más hablada en la ciudad, desplazando así al polaco o al francés; sin embargo, nunca “cortaban el bacalao” cuando había que tomar importantes decisiones para el Illinois Board of Education.

   Por las preferencias del travieso representante del Ministerio de Educación: a unas personas las enviaba a colegios o a institutos tranquilos del norte de Chicago y a otros como yo al siempre peligroso Southside, zona sur de Chicago donde se concentraban los barrios negros de los tristemente conocidos projects y algunos barrios hispanos humildes como El Pilsen o La Villita. También existían zonas tranquilas y de clase media alta en esa área, como Beverly (o Beverly Hills), donde vivían blancos, negros y europeos recién llegados, o barrios como el de Clearance, de gente de clase media baja donde vivían la prima cubana de mi madre, Vitico (uno de sus hijos) y posteriormente nosotros. Era un antiguo barrio polaco cerca del Aeropuerto de Midway.

   El sur de Chicago fue experimentando cambios, pues estaba habitado por una población mayoritariamente blanca, descendientes de irlandeses, escoceses y polacos. Ante la demanda de empleo, muchas familias negras se trasladaron del pobre, deprimido y racista Sur histórico de Estados Unidos (Mississippi, Luisiana o Carolina del Sur) al liberal y progresista Chicago, cuyas fábricas necesitaban trabajadores.

  Muchos de estos barrios del Southside comenzaron a cambiar debido a la llegada de la población afroamericana y varias fueron las circunstancias que llevaron a la población blanca a cambiarse a los llamados suburbios (lugares que, a diferencia de Europa, son habitados por personas de clase media alta). Eran pueblos pequeños que lindaban con la ciudad de Chicago y que de la mañana a la noche se convirtieron en enormes ciudades dormitorio o satélites de cientos de miles habitantes, como Naperville, Woodridge, Palatine, etc.

 La primera vez que se entra a uno de los institutos de enseñanza secundaria del Southside impacta, impresiona para alguien acostumbrado a centros educativos canarios. En las puertas de acceso al instituto había detectores de metales y guardias de seguridad (unos veinte, aproximadamente).


Era una construcción de 1959 que fue un College, lo que en España equivaldría a un ciclo de grado superior o a dos años de carrera universitaria. Era bastante grande, con sus tres edificios, un buen pabellón de deportes con gradas, piscina cubierta, gimnasios y un enorme parque de césped y árboles fuera del mismo donde se podía practicar béisbol, fútbol americano, atletismo y soccer (el fútbol del resto del mundo).

En la primera planta del edificio principal se encontraba la biblioteca, la autoescuela, el comedor, administración, los despachos del Principal (‘director’) y de los dos Assistant Principals (‘vicedirectores’: uno se ocupaba de la disciplina y la otra haría las funciones de una jefa de estudios), las dependencias de los counsellors (‘consejeros’: una figura parecida a la de un tutor para cierto números de alumnos), la enfermería, aulas y la comisaría de policía, ocupada por dos agentes fijos de la Chicago Police Department.

  Era el famoso Bogan Computer Technical High School, otrora gran instituto cuando el barrio era diferente. Quedaban todavía algunos profesores de la época buena del centro académico de secundaria, aunque cada vez eran menos. Se había convertido en un instituto conflictivo con un sesenta por ciento de alumnos afroamericanos, un treinta por ciento de alumnos hispanos y el resto eran “blancos”, incluyendo en esa etnia a los árabes que siempre han vivido por la zona.

     Yo pertenecía al World Language Department, teniendo compañeros de todos los colores, etnias y tribus. Pronto me di cuenta de que estaba rodeado de maestros, no de profesores; algo que al principio no tuve muy en cuenta, pero que a la larga explicaría muchos de sus desacuerdos con el sistema educativo del Estado de Illinois.

  Cada profesor tenía un horario fijo todos los días, con una hora dedicada a llamar a los padres o tutores legales. Había tres turnos, comenzando el primero a las siete de la mañana y terminando a la una; empezando el último a las nueve de la mañana y terminando a las tres de la tarde...

¡Ya es otoño de 2023, diecinueve años que han transcurrido y recuerdos que siguen vivos en una deprimente y melancólica estación del año para muchos, alegre y de hermosas memorias de vivencias para unos pocos como yo! 



jueves, 29 de junio de 2023

Características lingüísticas de textos administrativos y jurídicos

   Se trata, como en el caso de la ciencia y de la técnica, de un uso especializado del lenguaje correspondiente al mundo del Derecho y de la Administración. Es, por tanto, un nuevo lenguaje profesional, restringido a determinados ámbitos, si bien son muchos los términos que han trascendido y se han hecho de dominio común, por ejemplo: fallo, sentencia judicial, procesamiento, testador, certificado…, lo cual es lógico si consideramos que se trata de algo que atañe a nuestra vida diaria.

  Como rasgos generales podemos destacar los siguientes:

a) Al contrario del texto científico, es un lenguaje conservador, que ha evolucionado muy poco a lo largo del tiempo y tiende a emplear expresiones y esquemas lingüísticos fijados hace mucho tiempo. De ahí la gran cantidad de arcaísmos y latinismos que contiene.

b) Este hecho le otorga un carácter formulariode lengua esquematizada, convencional, hecha a base de “clichés”, bastante rígida y con poco espacio para el desarrollo del estilo personal.

c) Lo mismo que en la ciencia, se busca la precisión y la claridadpero, si bien los términos son también aquí precisos y monosémicos, el propio desarrollo de los textos provoca a menudo ambigüedad y confusión.

d) Lo anterior se debe a que, al menos en textos como los jurídicos y los contractuales, se hace necesaria la cita explícita de todos los supuestos y circunstancias, lo que les otorga un talante farragoso, confuso y, para los profanos, a menudo ininteligible.

e) Por su propia naturaleza, dada la universalidad de los conceptos que encierra, ha de ser un lenguaje objetivo.

f) Los textos no son uniformespuesto que el Mundo del Derecho y el de la Administración se dividen en muchas ramas. Así, a modo de escueto resumen, podemos clasificarlos en:

  - Textos legislativos: Reales Decretos, resoluciones del Consejo de Ministros, Órdenes Ministeriales, resoluciones de otros órganos inferiores, disposiciones administrativas, etc.

 - Escritos procesales, pertenecientes al ámbito de la Administración de Justicia: Auto, Suplicatorio, Requerimiento, Emplazamiento, Sentencia, Acta, Ejecutoria, Recurso, Apelación, Exhorto, Demanda, etc.

 - Escritos Administrativos, que regulan las relaciones entre los particulares y la Administración Pública u otras administraciones: escritos de solicitud como la Instancia, certificado, currículos, impresos de matriculación, declaración de impuestos, etc.

 - Escritos notariales y contractuales. Regulan las relaciones entre particulares. Se incluyen aquí los contratos de cualquier tipo: de compraventa, de arrendamiento, etc., testamentos, documentos de cesión, contratos de servicios diversos (energía eléctrica, suministro de agua, etc.).

g) Cada uno de estos escritos responde a un esquematismoa un modelo de confección que los convierte en escritos “prefabricados”, es decir, en textos con una tipología muy definida y en los que sólo es preciso incluir los datos y circunstancias particulares de cada caso. Así, una instancia suele tener este esquema:

   Encabezamiento, con la mediación del destinatario y la presentación del solicitante.

   Exposición, donde se enumeran los hechos y los argumentos en que se basan.

   Solicitud o súplica, donde se concreta la petición que motiva el escrito.

   Despedida formulatoria.

             

               Rasgos Gramaticales

 

  Dentro del sintagma nominalencontramos como rasgos destacables:

- Abundancia de sustantivos abstractosnecesarios para nombrar los distintos conceptos jurídicos: justicia, libertad, autoridad, etc.

- Artículos con valor generalizadorque otorgan carácter universal a los nombres que preceden, lo que está en relación con la objetividad y generalización de las leyes. Así, cuando se habla de el juezel fiscal, etc., se refieren a cualquier juez o fiscal.

- Los adjetivoscomo en el caso de la ciencia, son especificativos: sirven sólo para atribuir cualidades objetivas a los nombres.    

  En cuanto al uso de las formas verbales, también está condicionado por la pretensión de objetividad y generalización. Por ello encontramos:

- Dominio absoluto de la tercera persona.

Futuro con valor imperativo, por ejemplo: Los herederos se personaran ante el notario. En la misma línea está la presencia de perífrasis obligativaspor ejemplo: Los encausados deberán comparecer ante el juez una vez por semana.

 - Se utiliza el futuro de subjuntivo (en el ámbito lingüístico, es un arcaísmo. Pero se utiliza regularmente en textos de este tipo), por ejemplo: “Si así se dispusiere...”

 - Empleo del gerundio (aunque en lingüística no se considera correcto, puesto que en este tipo de textos se abusa mucho. Pero así está impuesto en este lenguaje), que incluso aparece lexicalizado en escritos como las sentencias judiciales, por ejemplo: los resultantes  y considerandos.

   Construcción oracional:

- Los periodos oracionales suelen ser largos y complejos, con una sintaxis intrincada, en ese intento aludido de explicitar todos los matices.

- El mismo propósito persigue la abundancia de enumeraciones.

- La objetividad impone la presencia de construcciones impersonales y pasivas reflejaspor ejemplo: No se entiende sujeto a esta ley.

Coordinación adversativa, para restringir y matizar conceptos más amplios.    

- Presencia de subordinadas mediatizadoras, a fin de señalar condiciones, causas, consecuencias, etc.

 

  Fórmulas fraseológicas y léxicas.

 

  El carácter formulario y conservador del lenguaje jurídico se manifiesta sobre todo en el léxico y la fraseología, que tienden a permanecer inalterados a lo largo del tiempo, en correlación con la pervivencia de los propios conceptos. Por eso encontramos:

  - Un vocabulario muy amplio y rico, especializado y lleno de matices diferenciadores entre términos que en la lengua común se consideran sinónimos, por ejemplo: no es lo mismo propiedad que posesióncontrato que convenio.

- Multitud de arcaísmos y latinismos, herencia del Derecho Romano, por ejemplo: abintestato (procedimiento judicial sobre herencia y adjudicación de bienes de quien muere sin testar), enfiteusis (cesión perpetua o por largo tiempo del dominio útil de un inmueble, mediante el pago anual de un canon y de laudemio por cada enajenación de dicho dominio), cohecho (delito consistente en sobornar a un juez o a un funcionario en el ejercicio de sus funciones, o en la aceptación del soborno por parte de aquellos), anticresis (contrato en que el deudor consiente que su acreedor goce de los frutos de la finca que le entrega, hasta que sea cancelada la deuda), posliminio (reintegración de quien había sido prisionero del enemigo a sus derechos de ciudadano romano), fideicomiso (disposición por la cual el testador deja su hacienda o parte de ella encomendada a la buena fe de alguien para que, en caso y tiempo determinados, la transmita a otra persona o la invierta del modo que se le señala. …

- Máximas y aforismos latinos con carácter sentencioso: In dubio, pro reo (En la duda, a favor del reo); Excusatio non petita, accusatio manifiesta (La excusa no pedida es una acusación manifiesta), Consuetudo est optima legum interpres (La costumbre es la mejor intérprete de las leyes); Plus actum quam scriptum valet (Tiene más valor lo hecho que lo escrito); Qui accusare volunt probationes habere debent (Quienes quieran hacer una acusación, deben tener pruebas); Nemine licet ignorare ius (A nadie le está permitido ignorar la ley); Obligat lex simul atque promulgata est (La ley es obligatoria desde el instante en que es promulgada).

- Fórmulas de tratamiento en relación con el rango de la persona aludida, por ejemplo: Ilustrísimo Señor, Excelentísimo Señor.           

- Abundantes fórmulas y frases hechas que se han conservado a lo largo del tiempo, por ejemplo: Debo declarar y declaro; Lo pronuncio, mando y firmo; Es gracia que no duda en alcanzar el recto proceder de V.I. No obstante, existe en la actualidad una tendencia a la simplificación de este retoricismo, sobre todo en los escritos administrativos.