domingo, 14 de marzo de 2010

Características lingüísticas de la descripción y la narración

Características lingüísticas de los textos descriptivos     
Describir es pintar con palabras...

    En toda descripción hay que tener  muy presentes siempre las formas verbales, la adjetivación, las estructuras sintácticas y los procedimientos (o recursos) literarios, porque son elementos que aparecen o no, o se usan de una manera u otra, según el tipo de descripción.

    Es característico el uso de formas verbales imperfectivas, que inmovilizan la acción, frente al de las formas perfectivas típico de los pasajes narrativos. Los más habituales son el presente intemporal, sobre todo en las descripciones técnicas, y el pretérito imperfecto de indicativo, que es la forma verbal característica de las descripciones insertadas en relatos. Es frecuente también la combinación de ambos. En cuanto al tipo de verbos, predominan en la descripción estática los atributivos y aquellos predicativos que significan estado. En cambio, las descripciones dinámicas, al expresar el movimiento y la transformación del objeto descrito, admiten mejor los verbos que significan acción o proceso. Ejemplo de tiempos verbales:


“A finales de la década de los setenta, Barcelona era un espejismo de avenidas y callejones donde uno podía viajar treinta o cuarenta años hacia el pasado con sólo cruzar el umbral de una portería o un café. El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia…”, de Marina, Carlos Ruiz Zafón.


    Son los sustantivos y, sobre todo, los adjetivos las palabras que aportan la información auténticamente descriptiva. De la misma forma que, como vimos, apenas se puede concebir una narración sin verbos, en la descripción adquieren especial importancia los sustantivos (que dan nombre a los objetos de la realidad y clasifican estados y seres) y los adjetivos (que expresan cualidades y rasgos del objeto descrito y proporcionan la visión denotativa o connotativa que el autor quiere transmitir). Además, ponen de relieve los componentes sensoriales de la descripción. Por ello, el estudio de la adjetivación es imprescindible en el comentario de un texto descriptivo. Ejemplo de texto repleto de sustantivo y adjetivos:

Entierros, anunciadores de entierros que van tocando por las calles una campanilla, misas de réquiem, dobleo de campanas… hombres envueltos en capas largas…suspiros, sollozos, actitudes de resignación dolorosa… mujeres enlutadas, con un rosario, con un pañuelo que se llevan a los ojos, y entran a visitarnos y nos cuentan gimiendo la muerte de este amigo, del otro pariente… todo esto, y las novenas, y los rosarios, y los cánticos plañideros por las madrugadas, y las procesiones… todo esto es como un ambiente angustioso…”, de La voluntad, Azorín.


    En cuanto a las estructuras sintácticas, predominan la yuxtaposición y la coordinación. La yuxtaposición permite describir el objeto como un todo, logrando una cierta simultaneidad de las impresiones. Por el contrario, la coordinación implica un cierto dinamismo en la medida en que supone una sucesión de los distintos componentes. Ejemplo de coordinación copulativa:

Y hace un hermoso sol y los árboles ya verdean con los retoños primaverales…”, de La voluntad, Azorín.

    Los procedimientos o recursos estilísticos son muy importantes en la descripción subjetiva y literaria. Dependen, sobre todo, de los mecanismos que utilice el autor para crear la imagen del objeto descrito, según el tipo de descripción que se trate. Por ejemplo, en las descripciones de carácter analítico, en las que se pretende describir el objeto que sirve como tema  haciendo referencia a las distintas partes que lo componen, suele emplearse la enumeración de elementos y de rasgos característicos de cada uno de ellos (rasgos que se suelen precisar mediante series de adjetivos coordinados).
    En ocasiones, la creación de la imagen se basa en la analogía: el autor caracteriza el objeto relacionándolo con otras realidades con las que guarda alguna semejanza. Los procedimientos literarios utilizados son entonces las metáforas y las comparaciones.
    Una función similar tiene el uso de la personificación en la descripción de animales o cosas y de la animalización o cosificación en la descripción de personas. Estos dos últimos recursos son muy habituales en la descripción caricaturesca. Ejemplos de personificaciones y símiles (o comparaciones).

”El pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días —de una lisura y una largura como usted para su bien, no puede ni figurarse— de un condenado a muerte...” de La familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela.


En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía…”, de Pedro Páramo, Juan Rulfo.

“ERA UNA DE ESAS soleadas mañanas de la primavera limeña, en que los geranios amanecen más arrebatados, las rosas más fragantes y las buganvillas más crespas, cuando un famoso galeno de la ciudad, el doctor Alberto de Quinteros —frente ancha, nariz aguileña, mirada penetrante, rectitud y bondad en el espíritu— abrió los ojos y se desperezó en su espaciosa residencia de San Isidro. Vio, a través de los visillos, el sol dorando el césped del cuidado jardín que encarcelaban vallas de crotos, la limpieza del cielo, la alegría de las flores, y sintió esa sensación bienhechora que dan ocho horas de sueño reparador y la conciencia tranquila…”, de La tía Julia y el escribidor, Mario Vargas llosa.


Características lingüísticas de los textos narrativos 
Narrar es relatar hechos o acontecimientos...


La narración es una variedad de discurso  necesariamente caracterizada por su dinamismo. De hecho, buena parte de los rasgos lingüísticos que definen los textos de este tipo  están relacionados con este carácter dinámico: las acciones se suceden unas a otras, a veces con gran rapidez, el transcurso del tiempo, dilatándose unas veces, acelerándose y saltando otras, resulta ser fundamental, como también la variedad de lugares donde suceden las acciones; es lógico que los recursos lingüísticos utilizados por el emisor den cuenta de tal diversidad.
    La importancia de la acción narrativa determina que las palabras predominantes en los textos de este tipo sean los verbos. De hecho, apenas es posible concebir una narración sin estructuras verbales y, muy al contrario, se podría narrar prescindiendo casi por completo de otra clase de palabras.
    Las estructuras oracionales suelen ser predicativas, construidas con verbos de acción y proceso. Las estructuras atributivas, en cambio, son características del discurso descriptivo y, por tanto, aparecen en el relato cuando se detiene la narración propiamente dicha, para describir a los personajes o los lugares. El ritmo (o tempo) que el autor quiere dar a su discurso condiciona también la estructura oracional: el ritmo lento de la acción, en el cual apenas transcurre el tiempo, suele estar asociado a la sintaxis compleja, que alarga los enunciados con múltiples subordinaciones. En cambio, la sucesión de oraciones simples, sencillas y breves, la coordinación y, sobre todo, la yuxtaposición crean un ritmo rápido que acelera la acción narrativa. Un ejemplo de verbos y estructuras oracionales predicativas es el siguiente:

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”, de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.

    Como hemos visto más arriba, la persona gramatical en los verbos y en los pronombres adquiere también una gran relevancia por su relación con el punto de vista narrativo.

PERSONA NARRATIVA
CORRESPONDE AL
TIPO DE NARRACIÓN EN LA QUE APARECE
1ª persona
NARRADOR
- Comentarios y juicios del narrador externo.
- Narración interna: narrador protagonista.             
3ª persona
PERSONAJE
- Narración externa
2ª persona
NARRATARIO
-Uso ocasional en los relatos de 1ª o 3ª personas: referencias al lector o a un narratario externo.
-Uso predominante: narración en 2ª persona(narratario = protagonista)

    El uso de la primera persona corresponde al narrador. Cuando se trate de un narrador externo, solamente podrá aparecer en los comentarios o juicios que éste haga  sobre la acción y los personajes. En cambio, será predominante cuando se trate de un narrador- protagonista y alternará con la tercera persona en los relatos del narrador- personaje secundario.


“Así que hice el examen, lo aprobé, pasé luego las, pruebas físicas y allí estaba, de cartero suplente. Empezó fácil. Me enviaron a la estafeta de West Avon y fue igual que durante las navidades, a excepción de que no ligué nada. Todos los días esperaba acabar acostándome con alguna tipa, pero nada. Pero el curro era fácil y lo único que hacía era recorrer alguna manzana que otra repartiendo cartas. Ni siquiera llevaba uniforme, sólo una gorra. Iba con mi ropa habitual. Del modo como mi novia Betty y yo bebíamos era difícil que sobrase dinero para vestidos…”, El cartero, Charles Bukowsky.


    La tercera persona se refiere a los personajes (excepto el correspondiente al narrador interno) sea cual sea su jerarquía-protagonista, personaje secundario, testigo, etc. Es la que predomina en el punto de vista externo y en el narrador testigo, por ejemplo:


“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. «Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato. «La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros», me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada de interprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas que precedieron a su muerte.
Tampoco Santiago Nasar reconoció el presagio. Había dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertó con dolor de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y los interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se…”, de Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.


    La segunda persona corresponde, en principio, al narratario, bien sea éste un personaje ficticio (como el de Vuestra Merced del Lazarillo de Tormes) o directamente el lector. Sin embargo, ya hemos hablado antes de la técnica del relato en segunda persona, en la que el narrador se dirige al propio personaje, convirtiéndolo así al mismo tiempo en narratario del discurso. Un ejemplo del mismo es el siguiente:

“Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenia cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río”, Lazarillo de Tormes.


    El tiempo de la narración y todas sus variaciones se expresan fundamentalmente, como es lógico, mediante las formas verbales utilizadas. La perspectiva temporal que el narrador adopta respecto de los acontecimientos determina el tiempo de los verbos:
 
- La narración actual, en la que el narrador relata hechos que están sucediendo en el mismo momento en que se narran, le corresponde la forma verbal del presente. Además de usarse en algunos tipos de narración muy concretos, como las retransmisiones en directo de radio y televisión, aparece frecuentemente, dentro de la ficción literaria, en la novela objetivista y en los guiones cinematográficos. El presente se utiliza también en relatos a los que se quiere dar un valor o alcance intemporal. Un ejemplo de narración actual es:
  
“La voz, que durante breve rato había regalado con encantadora música el oído del hombre extraviado, se iba perdiendo en la inmensidad tenebrosa, y a los gritos de Golfín, el canto extinguiose por completo. Sin duda la misteriosa entidad gnómica, que entretenía su soledad subterránea cantando tristes amores, se había asustado de la brusca interrupción del hombre, huyendo a las más hondas entrañas de la tierra, donde moran, avaras de sus propios fulgores, las piedras preciosas…”, Marianela, Benito Pérez Galdós.

- La narración retrospectiva, en la que se relatan los hechos observándolos desde un momento posterior al desarrollo de los mismos, exige el uso de formas verbales del pasado (pretérito perfecto simple y compuesto), que expresan anterioridad al momento del habla, es decir, al tiempo del narrador. La sucesión de estos verbos en pretérito perfectivo expresa por sí misma la propia sucesión de acontecimientos. Otras formas temporales-como el pretérito imperfecto, el pluscuamperfecto, los condicionales simple y compuesto y el futuro compuesto- permiten ordenar otras acciones en relación con ellas, expresando simultaneidad, anterioridad y posterioridad con respecto a las primeras.
  También puede utilizarse en la narración retrospectiva el presente histórico, que, como ya sabemos, permite aproximar el punto de vista del narrador- y, por tanto, del lector- al momento del pasado en el que suceden los acontecimientos, de forma que éstos se contemplan “como si” estuvieran sucediendo en el presente. Un ejemplo de narración retrospectiva es:


“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. «Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato. «La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros», me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada de interprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas que precedieron a su muerte.
Tampoco Santiago Nasar reconoció el presagio. Había dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertó con dolor de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y los interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se…”, de Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.

    La narración prospectiva es muy poco frecuente, como dijimos. Aparecen, sin embargo, fragmentos de narración en futuro en las anticipaciones o prolepsis que se inserten en un relato de otro tipo.
    Junto a las formas verbales, hay que tener en cuenta las diferentes referencias léxicas que haga el narrador al transcurso del tiempo: complementos circunstanciales de tiempo y marcadores discursivos con significado temporal(varios años después, más tarde, al mismo tiempo, meses antes, de repente...) son empleados constantemente para indicar las elipsis, los saltos temporales hacia atrás o hacia delante, la sucesión de acontecimientos o el intervalo entre ellos, su duración, etc., y sirven además como elementos de cohesión textual, puesto que organizan el discurso narrativo y marcan transiciones entre una parte y otra del texto.
    Lo mismo puede decirse de las referencias léxicas que significan “lugar”: permiten la localización espacial de los hechos narrados y, al mismo tiempo, pueden convertirse en marcas textuales que muestran la estructura de la narración.


Don Fermín se sentó en un sofá. Estaba un poco mareado; le dolía la cabeza y sentía en las fauces ardor y una sequedad pegajosa; se ahogaba en aquel recinto cerrado y estrecho; el alcohol le había perturbado. Nunca bebía licores, y aquella tarde, distraído, sin saber lo que estaba haciendo, había apurado la copa de chartreuse o no sabía qué, servida por la Marquesa.
 Fortunato leía las pruebas y seguía sonriendo. No parecía temer ya al Magistral. Horas antes esquivaba quedarse a solas con él de miedo a que le reprendiese por su condescendencia con las señoras protectrices de la Libre Hermandad. De Pas notó el cambio…, de La Regenta, Leopoldo Alas “Clarín”.












  


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