domingo, 14 de junio de 2009

El texto narrativo

EL TEXTO NARRATIVO: TIPOS, TÉCNICAS y CARACTERÍSTICAS LINGÜÍSTICAS. 1. El texto narrativo. La narración es el relato de unos hechos -que pueden ser verídicos o imaginarios (ocurridos en un tiempo y en un lugar determinados). El principio de la acción es el que rige a los textos narrativos: contamos los hechos ocurridos a lo largo de un tiempo y espacio, de manera que al encadenarse unos con otros logran una nueva significación. La Narratología es la ciencia que se encarga del estudio de todo lo relacionado con los textos narrativos o relatos, y cuyas investigaciones están íntimamente ligadas a la literatura y el folklore, siendo muy abundantes y complejas las propuestas de los diferentes autores. Según el autor ruso Propp, hay treinta y una funciones que aparecen, casi siempre, en todos los cuentos, y que se relacionan entre sí mediante un vínculo de necesidad lógica y estética, cuyo significado varía en el decurso del relato. Estas funciones se integran lógicamente en siete esferas de la acción o actantes: agresor, donante, auxiliar, princesa, mandatario, héroe y falso héroe, que aparecen en algunas de las secuencias de motivos narrativos que distingue, y que son las siguientes: - En una situación de equilibrio, de pronto ocurre algo que altera esa situación. - El héroe aparece con la intención de recomponer el equilibrio perdido. - El héroe se enfrenta con una serie de dificultades. - El héroe cumple su misión. - La situación inicial es restablecida y el héroe es recompensado. El interés de los estudios de Propp radica en que tanto su metodología, claramente estructural, como sus conceptos fundamentales, sirvieron de inspiración a las propuestas de algunos de los más importantes narratólogos, entre ellos Bremond y Todorov. Según Bremond, cada relato está dividido en secuencias, elementos superiores a las funciones que distinguía Propp. Cada una de ellas cumple dentro del texto narrativo tres oficios bien diferenciados: - La primera secuencia abre la posibilidad de una acción. - La segunda representa su actualización o no. - La tercera, cuya presencia depende del signo positivo o negativo de la anterior secuencia, refleja el resultado o sanción del proceso.
2. Recursos narrativos. Antes de adentrarnos en la exposición de los diferentes recursos narrativos, debemos establecer una distinción entre dos conceptos fundamentales que tienden a confundirse: fábula o historia e intriga, trama o narración. Como se ha visto, los hechos constituyen el material básico del relato y, por consiguiente, su descripción puede muy bien funcionar como punto de partida en el análisis del texto narrativo. La historia representa el momento en que el material no ha recibido todavía una configuración dentro del texto narrativo. En ella los motivos (las unidades narrativas mínimas) se organizan de acuerdo con un patrón lógico y cronológico. La trama, por el contrario, alude a la etapa en la que el material se encuentra textualmente configurado, esto es, provisto de una forma. Pero historia y trama se oponen en un sentido más: en el proceso de producción textual la historia se encuentra en el punto de partida, mientras que en el proceso de recepción la historia se alcanza únicamente al final del trayecto de lectura. Sólo una vez finalizado el proceso, el receptor puede reordenar los acontecimientos y dar con el material. En resumen, la fábula son aquellos elementos constitutivos del relato, los materiales sobre los que éste se fundamenta, mientras que la intriga es la forma de narrar dichos sucesos (no necesariamente mediante una ordenación lógica ni cronológica). Otras nociones que convendría distinguir son las de autor y narrador. El autor real sería la persona física, el autor empírico que es ajeno al desarrollo del texto, que se convierte en escritor o autor literario cuando pone al servicio de su obra el bagaje cultural que posee. El narrador, sin embargo, es un ser ficcionalizado, inmanente al propio texto, el que lo manipula. Las categorías de autor implícito, narrador y autor real han encontrado su correlato en el marco del enfoque comunicativo, en especial por parte de la Estética de la Recepción, surgiendo los conceptos de lector implícito, narratario y lector real. El primero se corresponde estrechamente con el autor implícito y alude al hecho de que todo mensaje permite reconstruir la imagen del lector en términos de sistema de valores (culto o poco instruido, de un determinado estatus social o económico, defensor de ciertas ideas, etc.) al que se dirige. Cada mensaje, por tanto, selecciona un tipo de lector específico. Al igual que el autor implícito, el lector implícito puede estar o no representado en el texto y es reconstruible únicamente a través del proceso de lectura. Sin embargo, se encuentra permanentemente presente en la mente del autor real hasta el punto de convertirse en uno de los factores que dirigen su actividad. El narratario, por su parte, se corresponde con el narrador: puede disponer o no de signos formales, aunque siempre es una realidad cuya presencia se hace notar. Se trata de uno de los procedimientos por medio de los cuales el autor implícito orienta al lector real sobre cuál es la actitud más adecuada ante el texto en cuestión. En este sentido hay que interpretar los "vuestra merced" de El Lazarillo, el "lector carísimo" o "desocupado lector" de El Quijote y el "señor" de La familia de Pascual Duarte, por poner algunos ejemplos. El narratario se sitúa en el mismo nivel diegético que el narrador y puede haber más de uno en el texto: un personaje, alguien ajeno a la historia e incluso el propio narrador (como ocurre en el caso del diario). Entre las funciones del narratario cabe destacar la de ser el intermediario entre el narrador y el lector, además de hacer progresar la intriga, poner en relación ciertos temas, determinar el marco narrativo, actuar de portavoz moral de la obra, etc. El lector real, por su parte, es una persona de carne y hueso al igual que el autor real y, como él, una realidad extratextual. El narrador constituye sin duda el elemento central del relato. Todos los demás componentes experimentan de un modo u otro los efectos de la manipulación a que es sometido por él el material de la historia. Se trata de una realidad reconocida de forma explícita por la inmensa mayoría de las corrientes teóricas interesadas en el relato, aunque no todas coincidan en el papel y capacidad asignables al narrador. El narrador puede emplear técnicas diversas para contar lo sucedido; es lo que se llama el punto de vista narrativo y que no es otro que la inteligencia central, la persona que ve, recoge la acción y después la comunica al lector. La clasificación de los diferentes tipos de narrador: objetivo o subjetivo, testigo directo o indirecto de los hechos, protagonista o no; se fundamenta en su capacidad informativa y en el modo de introducir nuevos datos dentro del relato. Así, para los narratólogos franceses, el narrador se define preferentemente por su grado de conocimiento de la realidad representada. Para unos esta capacidad depende directamente del punto de observación elegido para transmitir la información (Pouillon, Todorov), mientras que para otros, este hecho está asociado estrechamente a la presencia o ausencia de un filtro. En este caso caben dos opciones: en la primera, el volumen de información transmisible se ve condicionado por las posibilidades del foco; la segunda, en cambio, se decanta por una información sin límites (omnisciencia). En suma, para las corrientes estructuralistas, el narrador se comporta como un "sabedor", pero se insiste al mismo tiempo en su papel de realidad configuradora de la estructura narrativa. Diversas modalidades de puntos de vista narrativos: Narración en primera persona: es cuando se narra una acción utilizando el punto de vista de la primera persona gramatical, "yo". Aquí, el autor, el narrador y el protagonista están plenamente identificados. Puede ocurrir que un personaje sea el que cuente la historia, como si le hubiese sucedido a él mismo (las narraciones autobiográficas, como El Lazarillo de Tormes) o como testigo. En este caso, el narrador sólo conoce una parte de la historia, es decir, no es omnisciente. Las crónicas o memorias (Verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo), y las confesiones (Libro de mi vida, de Santa Teresa), son otros ejemplos de esta forma de narrar, que encuentra uno de sus mayores pilares en el interés que suscita el relato, pues da la apariencia de algo vivido y experimentado personalmente. Narración en tercera persona: es la forma más común, la que emplea la tercera persona gramatical, "él", "ella", "Vd.". Asume distintas formas: 1. Punto de vista del autor omnisciente: cuando el narrador demuestra un conocimiento total y absoluto de todo lo narrado, es decir, conoce los sucesos exteriores y también los sentimientos más íntimos de todos los personajes. Es como un dios que todo lo ve y todo lo sabe. 2. Punto de vista de la tercera persona limitada: el narrador es aún el que ve y cuenta la acción, pero no con un conocimiento absoluto como el del narrador omnisciente, sino que asume sólo la función de un observador de los hechos y, como tal, está limitado por los naturales medios de información. En este punto de vista hay cosas que el narrador ignora, por no tener conocimiento personal de lo sucedido ni haber obtenido información sobre ellas. 3. Punto de vista del narrador-testigo: quien narra no es el narrador directamente, sino que lo hace a través de un personaje que cuenta, en tercera persona, todo lo que ve y observa. En la narrativa contemporánea se observan otras modalidades: - La narración en segunda persona, donde el narrador es también narratario, es decir, se cuenta a sí mismo los sucesos (como en Señas de identidad, de J. Goytisolo). - El narrador expone el punto de vista de cada personaje: es el llamado enfoque narrativo múltiple, donde se presenta la misma acción desde diferentes perspectivas. - El narrador relata objetivamente igual que lo haría una cámara fotográfica, de cine o televisión. Estas modalidades exigen un lector activo que interprete y saque sus propias conclusiones.
3. Elementos de la narración.
Son, fundamentalmente, cuatro: acción (lo que sucede), tiempo (cuando sucede), caracteres (personajes que la realizan) y ambiente (medio en que se produce dicha narración):
I La acción. El movimiento es una de las leyes fundamentales de toda narración, ya que de forma progresiva concatenamos unas escenas con otras hasta llegar al desenlace. Pero esto ha de lograrse con habilidad, de un modo tal que excite y mantenga el interés y la curiosidad del lector, porque es en este aspecto de carácter psicológico donde descansa el verdadero arte de narrar. En este sentido, el orden resulta imprescindible, ya que la confusión desorienta al lector. Así, la estructura más simple del texto narrativo será aquella que exponga los sucesos según su desarrollo cronológico, presentando los diferentes personajes conforme vayan apareciendo en la historia. Así, la estructura de la narración suele dividirse en tres partes: exposición (presentación de hechos, personajes y ambientes); nudo (desarrollo de los hechos en serie) y desenlace (solución de la situación planteada). Podemos ordenar, de este modo, los sucesos de acuerdo con un criterio cronológico y causal (causas > sucesos > efectos) o podemos romper esta secuencia, empezando por el medio o el final, o en forma zigzagueante. A la primera forma de narrar se le llama composición lógica; a la segunda, libre o artística. Al elemento central de interés que mueve la acción se le llama conflicto de fuerzas, y es el móvil principal que incita a la acción. El conflicto puede ser externo (entre dos o más personas; de un personaje con su ambiente...) o interno (estados de consciencia o vida interior).
II. El tiempo. En toda narración existen dos clases de tiempos: aquel en el que se desarrolla la historia o la fábula, y aquel otro en el que se desarrolla la intriga o relato. Dependiendo de estos tiempos, el relato puede incluir ciertas variaciones en su ordenación: a) Orden lineal de los acontecimientos: información sobre hechos pasados (también llamado "analepsis"). b) Prolepsis o anticipación del futuro. c) Anacronía: desajuste entre el orden de los sucesos y de lo narrado; y también en su duración. d) Elipsis narrativa: consistente en omitir en el discurso sectores más o menos amplios del tiempo de la historia, lo que implica una configuración del lector implícito tendente a suplir esa información no dada sobre personajes y acontecimientos. e) Sumario retrospectivo: resumen de acontecimientos pasados. f) Sumario progresivo: anticipación de acontecimientos futuros. g) Escena: coincide el tiempo de los sucesos con el tiempo de la narración. h) Extensión: cuando el tiempo del relato es mayor que el de los acontecimientos porque, por ejemplo, el autor se detiene en descripciones o análisis de lo sucedido.
III. Los caracteres. En toda narración se cuentan hechos en los que intervienen personas, aunque también puede darse el caso de que aparezcan animales o cosas personificadas con cualidades humanas (por ejemplo, en las fábulas). En el proceso de creación de los personajes, el autor ejerce una labor meticulosa de observación, introduciéndose dentro de su personaje y presentándolo como un ser vivo, capaz de motivar y ser motivado, de sufrir y hacer sufrir, con todas las contradicciones, vicios y virtudes propias de un hombre de carne y hueso. En la mayor parte de las ocasiones, los rasgos físicos y psicológicos del personaje se reducen a los más significativos y definitorios de su carácter y condición, pues su personalidad se irá revelando conforme avance el relato. En los planteamientos teóricos del siglo XX las posturas sobre el personaje se diversifican fuertemente. No faltaban quienes lo seguían contemplando como un trasunto de las preocupaciones del hombre de la calle y, en definitiva, de la condición humana. Otros tienden a ver en él (y en este punto es necesario valorar en toda su importancia el cambio de enfoque operado por el Romanticismo) la expresión de conflictos internos característicos del ser humano de una época o el reflejo de la visión del mundo del autor o un grupo social (se trataba de las orientaciones psicológicas e ideológico-axiológicas sobre el personaje). Finalmente, para otros, el personaje no es más que (siguiendo a Aristóteles) un elemento funcional de la estructura narrativa o, de acuerdo con el enfoque semiótico, un signo en el marco de un sistema. Tampoco falta quien alude a la muerte del personaje narrativo.
IV. El ambiente. En el desarrollo del carácter humano influyen múltiples factores de orden fisiológico, sociológico o hereditario. Pero, además, el hombre está condicionado por las circunstancias que lo rodean, por el ambiente histórico y social en el que vive: el medio contribuye a modelar su moral y su psicología. Es ésta la razón de la importancia del ambiente dentro de la narración, y es que la creación de un buen marco espacio-temporal le da a lo narrado un fondo de autenticidad, una tercera dimensión, que de otra forma no lograría. Como es lógico, los tres elementos citados, acción, caracterización y ambiente, no tienen que estar necesariamente equilibrados en una narración. Habrá siempre un elemento que predomine sobre el otro, según la narración y el punto de vista del narrador.
4. Características lingüísticas de los textos narrativos.
La narración es una variedad de discurso necesariamente caracterizada por su dinamismo. De hecho, buena parte de los rasgos lingüísticos que definen los textos de este tipo están relacionados con este carácter dinámico: las acciones es suceden unas a otras, a veces con gran rapidez, el transcurso del tiempo, dilatándose unas veces, acelerándose y saltando otras, resulta ser fundamental, como también la variedad de lugares donde suceden las acciones; es lógico que los recursos lingüísticos utilizados por el emisor den cuenta de tal diversidad. La importancia de la acción narrativa determina que las palabras predominantes en los textos de este tipo sean los verbos. De hecho, apenas es posible concebir una narración sin estructuras verbales y, muy al contrario, se podría narrar prescindiendo casi por completo de otra clase de palabras. Las estructuras oracionales suelen ser predicativas, construidas con verbos de acción y proceso. Las estructuras atributivas, en cambio, son características del discurso descriptivo y, por tanto, aparecen en el relato cuando se detiene la narración propiamente dicha, para describir a los personajes o los lugares. El ritmo(o tempo) que el autor quiere dar a su discurso condiciona también la estructura oracional: el ritmo lento de la acción, en el cual apenas transcurre el tiempo, suele estar asociado a la sintaxis compleja, que alarga los enunciados con múltiples subordinaciones. En cambio, la sucesión de oraciones simples, sencillas y breves, la coordinación y, sobre todo, la yuxtaposición crean un ritmo rápido que acelera la acción narrativa. Como hemos visto más arriba, la persona gramatical en los verbos y en los pronombres adquiere también una gran relevancia por su relación con el punto de vista narrativo. El uso de la primera persona corresponde al narrador. Cuando se trate de un narrador externo, sólo podrá aparecer en los comentarios o juicios que éste haga sobre la acción y los personajes. En cambio, será predominante cuando se trate de un narrador- protagonista, y alternará con la tercera persona en los relatos del narrador- personaje secundario. La tercera persona se refiere a los personajes (excepto el correspondiente al narrador interno) sea cual sea su jerarquía-protagonista, personaje secundario, testigo-. Es la que predomina en el punto de vista externo y en el narrador testigo. La segunda persona corresponde, en principio, al narratario, bien sea éste un personaje ficticio (como el de Vuestra Merced de El Lazarillo) o directamente el lector. Sin embargo, ya hemos hablado antes de la técnica del relato en segunda persona, en la que el narrador se dirige al propio personaje, convirtiéndolo así al mismo tiempo en narratario del discurso. El tiempo de la narración y todas sus variaciones se expresan fundamentalmente, como es lógico, mediante las formas verbales utilizadas. La perspectiva temporal que el narrador adopta respecto de los acontecimientos determina el tiempo de los verbos: A la narración actual, en la que el narrador relata hechos que están sucediendo en el mismo momento en que se narran, le corresponde la forma verbal del presente. Además de usarse en algunos tipos de narración muy concretos, como las retransmisiones en directo de radio y televisión, aparece frecuentemente, dentro de la ficción literaria, en la novela objetivista y en los guiones cinematográficos. El presente se utiliza también en relatos a los que se quiere dar un valor o alcance intemporal. La narración retrospectiva, en la que se relatan los hechos observándolos desde un momento posterior al desarrollo de los mismos, exige el uso de formas verbales del pasado (pretérito perfecto simple y compuesto), que expresan anterioridad al momento del habla, es decir, al tiempo del narrador. La sucesión de estos verbos en pretérito perfectivo expresa por sí misma la propia sucesión de acontecimientos. Otras formas temporales como el pretérito imperfecto, el pluscuamperfecto, los condicionales simple y compuesto y el futuro compuesto permiten ordenar otras acciones en relación con ellas, expresando simultaneidad, anterioridad y posterioridad con respecto a las primeras. También puede utilizarse en la narración retrospectiva el presente histórico, que, como ya sabemos, permite aproximar el punto de vista del narrador- y, por tanto, del lector- al momento del pasado en el que suceden los acontecimientos, de forma que éstos se contemplan como si estuvieran sucediendo en el presente. La narración prospectiva es muy poco frecuente, como dijimos. Aparecen, sin embargo, fragmentos de narración en futuro en las anticipaciones o prolepsis que se inserten en un relato de otro tipo. Junto a las formas verbales, hay que tener en cuenta las diferentes referencias léxicas que haga el narrador al transcurso del tiempo: complementos circunstanciales de tiempo y marcadores discursivos con significado temporal(varios años después, más tarde, al mismo tiempo, meses antes, de repente...) son empleados constantemente para indicar las elipsis, los saltos temporales hacia atrás o hacia delante, la sucesión de acontecimientos o el intervalo entre ellos, su duración, etc., y sirven además como elementos de cohesión textual, puesto que organizan el discurso narrativo y marcan transiciones entre una parte y otra del texto. Lo mismo puede decirse de las referencias léxicas que significan “lugar”: permiten la localización espacial de los hechos narrados y, al mismo tiempo, pueden convertirse en marcas textuales que muestran la estructura de la narración.

3 comentarios:

  1. Tu blog me resulta interesante, útil y entretenido. Es muy ameno el poder ver y leer diferentes contenidos unidos por un mismo estilo y una personalidad abrumadora. Deberías dedicarte al periodismo o a la novela, donde podrías emplear mejor tu imaginación y el arte de crear. Recibe un cordial saludo.

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  2. Enhorabuena amigo Mederos: Estupendo blog que desarrolla una información extensa, precisa y muy clara con un enfoque eficaz, práctico y atractivo. José Juan Bueso

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  3. ¡Pues muchas gracias! Intento simplemente facilitarle el trabajo a mis alumnos y a los que lo fueron. El blog está hecho sin ánimo de lucro o lucimiento personal

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