La “canariedad” de Benito Pérez Galdós
No hace
mucho y al comienzo de la “crisis económica” que tanta indignación produjo en
la ciudadanía, nuestro paisano Galdós volvió a ser rescatado de la nada para
tildarlo de “visionario”…No se sabe exactamente quién recordó las frases de uno
de sus ensayos, “La fe nacional y otros escritos”, en las que afirmaba: “los dos partidos que se han concordado para
turnarse pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran
más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los
mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz
raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se
halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar
en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo;
no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de
recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia
práctica, y adelante con los farolitos... Si nada se puede esperar de las
turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria…”
Mucho se ha rumoreado
sobre los sentimientos de nuestro paisano Benito Pérez Galdós, todos ellos
referidos a su “españolismo”, asociado a su vergüenza o complejo de ser
canario. Hay quienes aseguran que nuestro novelista, en un símbolo de desprecio
hacia la tierra que lo vio nacer, se sacudió sus zapatos de polvo (o de tierra)
en el barco que lo llevaría a la Península Ibérica (algún testigo asegura que
el gesto de desprecio fue evidente). Jamás afirmó Galdós que renunciara de su
condición de canario o que sintiera vergüenza de ello, pues de todos eran
conocidas sus visitas al Hogar Canario de Madrid. Sí es cierto que en sus obras
apenas mencionó a Canarias y sí a Madrid, a su querida ciudad de Madrid, y en
menor medida a Santander, lugar donde pasaba gran parte de sus vacaciones y
donde llevaba a cabo el “locus amoenus” con su amante Emilia Pardo Bazán.
En sus últimos años ya
raíz del relevo de su hermano de la Capitanía General de Canarias, Benito Pérez
Galdós se da cuenta de que su identidad difería de la del español, en una carta
dirigida a Fernando León y Castillo, entonces gobernador de Canarias:
“Mi querido D.
Fernando: ya sabes que Weyler relevó a mi hermano de la Capitanía General de
Canarias. El motivo no ha sido otro que dar gusto a los militares que allá se
han empeñado en tratarnos como a raza inferior. Lo que hay es que en nuestra
provincia, que antes de la pérdida de las colonias era la última en la
jerarquía administrativa y territorial, ahora ha venido a ser la primera. Pero
nuestros hombres de Estado, que por lo visto carecen del don de hacerse cargo,
no lo han comprendido así todavía, y Canarias, en el pensamiento de estos
señores, continúa aún en las antípodas. Que allá se manda lo peor de cada casa
bien a la vista está, que nos tienen por...cubanos o cosa así, también está
demostrado por la conducta despectiva y arrogante del elemento militar. Entre
febrero y marzo pienso volver a ese gran París, donde entre otras ventajas y
dulzuras tienen uno la de descansar de ser español”.
Hace unos años, el filólogo Manuel García Ramos afirmaba no
haber podido encontrar esta carta, pero sí la de respuesta de Fernando León y
Castillo a la primera misiva:
”Mi
querido Don Benito, dices verdades como puños a propósito de Canarias. Cuanto
tú me dices me lo tengo yo tragado. El relevo de Don Ignacio de la Capitanía
General de aquellas islas ha sido un inmenso error. Tu hermano era allí una
garantía de concordia y acierto. Supones bien al suponer que yo he de tratar a
fondo la Cuestión de Canarias. Tú y yo tenemos ese deber como españoles y como
canarios. Ferreras puede, si quiere, ayudarnos mucho con su influencia cerca de
Sagasta y con la autoridad que tiene El Correo. Cuando nos veamos hablaremos de
todo esto y tiraremos las primeras líneas de la campaña que indudablemente
tendremos que hacer. Mucho me alegraré de verte pronto por aquí, según me
anuncias en tu carta. La Reina Isabel me ha preguntado dos o tres veces cuándo
vuelves. Mi familia te envía sus cariñosos recuerdos y yo me repito siempre
tuyo buen amigo y paisano criollo”.
Como afirma Manuel García Ramos: “la administración colonial estaba
cometiendo demasiados errores con Canarias y hombres influyentes en la Corte,
como Pérez Galdós, como León y Castillo, se situaban al lado de las islas
frente al poder metropolitano. Ambos se plantean hasta iniciar una campaña en
defensa de los intereses de su archipiélago atlántico. Por otra parte, es muy
significativa la despedida de la carta de Fernando de León y Castillo, cuando
trata a Pérez Galdós de amigo y paisano criollo.
El criollismo era todo un movimiento de conciencia social y
política surgido en la América hispánica desde el siglo XVII, fortalecido a lo
largo de todo el siglo XVIII y responsable de los procesos de emancipación de
las colonias del otro lado del Atlántico”.
Todo esto está lejos del discurso de Benito Pérez Galdós en
Madrid, cuando un grupo de cincuenta canarios lo homenajean el nueve de
diciembre de 1900: “vivirá siempre el alma española.... Tengamos fe en
nuestros destinos, y digamos y declaremos que no se nos arrancará por la
fuerza, como rama frágil y quebradiza, del tronco robusto a que pertenecemos”.
Sin pretender caer en dicotomías del tipo
Canarias versus España, porque no las hay en la actualidad, nuestro novelista
dio un viraje en sus últimos años, al igual que lo hiciera Nicolás Estévanez
Murphy, militar español en Cuba (capitán) que pidió su baja del Ejército (Nicolás
se indignó cuando tuvo que ver el fusilamiento de ocho jóvenes estudiantes
cubanos. Ahí fue cuando afirmó: “antes que la Patria están la humanidad y la
Justicia”. De fuertes ideas republicanas, pidió la autonomía de Cuba y Canarias
desde el exilio).
Vida y obra
Benito Pérez Galdós, el
más importante novelista español del siglo XIX, nació en Las Palmas de Gran
Canaria en 1843. En 1862 se fue a estudiar Derecho a Madrid y allí residió el
resto de su vida. Precisamente las calles y el ambiente de Madrid, que él llegó
a conocer como nadie, serían después el escenario de muchas de sus novelas. Sin
interés por el Derecho, carrera que nunca terminó, se dedicó por entero a la
literatura, siendo nombrado académico de la Lengua en 1869.
Desde un punto de vista
ideológico, se definió desde joven corno progresista y anticlerical. Con el
paso del tiempo, sus ideas se fueron radicalizando y adoptó posturas
republicanas próximas al socialismo.
Sus últimos años no
fueron fáciles: pasó apuros económicos (para remediarlos probó fortuna en el
teatro), perdió la vista y sus enemigos ideológicos impidieron que se le otorgara
el Premio Nobel. Murió en Madrid en 1920.
Además de su producción teatral (veinticuatro
obras sin demasiado éxito, algunas de ellas adaptaciones de sus novelas) y
periodística, Galdós escribió setenta y siete novelas, a través de las cuales
se puede reconstruir la vida española del siglo XIX. Todo en ellas, personajes,
escenarios, etc., es producto de la observación directa de la realidad; la
sociedad española de la época es su materia narrativa y su fuente de
inspiración.
Su teoría de la novela
Aunque Galdós no expresó
nunca en forma sistemática una teoría acerca de la novela, podemos conocer algunas
de sus ideas fundamentales en su concepción del novelar a través de sus dos
ensayos: “Observaciones sobre la novela
contemporánea en España”, publicado en 1870, al comienzo de su carrera
novelística, y su “Discurso de recepción
en la Real Academia Española”, en el año de 1897.
En el primero de ellos, habla de la creación de una novela nacional de
caracteres, basada en la pura observación. Además, esta futura novela nacional
debería apoyarse en la recién formada clase media como material directo para
sus construcciones artísticas. Galdós la llamaba "novela moderna
de costumbres", es decir, la constitución de una novela de caracteres, basada
en la observación directa (novela realista) y cuyo radio de acción había de ser
la clase media española. En esta primera declaración del incipiente novelista,
destacan tres aspectos importantes: 1) la novela ha de ser novela de caracteres;
2) la novela ha de basarse en la observación y mantenerse fiel a la realidad;
3) el tema de la novela debe ser la clase media española.
En el segundo ensayo, compuesto después de
haber dado cima a las obras más importantes de toda su producción, el autor
revierte a estos mismos postulados, pero escoge como tema de su discurso el de “La sociedad presente como materia novelable”.
El autor canario renuncia a hacer un estudio de la novela como arte propiamente
dicho, ya que se desentiende de "la
imagen representada por el artista”. En primer lugar, Galdós se refiere al
hecho de que la sociedad que va a ser el modelo de su obra adquiere una doble
función: primero como público lector; segundo como juez que califica
severamente la imagen que tiene ante sus ojos. Ahora bien, este público lector
asume intempestivamente otra función, o sea, la de autor que engendra las obras
que él mismo lee, suplantando, al parecer, la obra del artista.
Las características de
esta sociedad, que constituye el material novelable,
tienen un matiz de orden sociológico; sobresale, en primer término, la falta de
unidad y de cohesión social, la cual se manifiesta de diversos modos: en la
manera de constituirse los grupos familiares, en la zona misma de las
creencias, en los hábitos y actitudes personales, en las instituciones
políticas y aún en la esfera del sentimiento. Según el autor, el aspecto que
ofrece esta masa amorfa es el de la descomposición, a causa del desmoronamiento
de las antiguas clases sociales y su readaptación a la nueva realidad.
Al postulado de la observación directa de la realidad, viene a
añadirse el de la humanización de los caracteres basada en su irreductible
individualidad. Ahora bien, éste es precisamente el camino del verdadero
realismo que Galdós tan asiduamente cultivó. Al proclamar que el nuevo orden
social traía como consecuencia la destrucción de los tipos genéricos en el
arte, la novela moderna tenía que decidirse por el análisis desnudo de los
caracteres individuales, con sus singularidades propias y sus más íntimos
sentimientos y pasiones: el artista debía proponerse la tarea de una
reconstrucción veraz de la vida humana.
Galdós y los realistas de su tiempo
Dickens
Charles Dickens no llegó a ser un novelista
verdaderamente nacional, a pesar del profundo conocimiento de
su pueblo. Su estilo podría llamarse
“picaresco”, en el sentido de que muchos de sus libros consisten en una sarta
de incidentes e infortunios sufridos por el mismo personaje. De aquí que el
Pickwick de Oliver Twist pudo
haber sido un referente para la primera serie de los Episodios Nacionales de Galdós. Después de Pickwick, Dickens
abandonó el estilo picaresco y se dedicó a escribir muchas novelas extensas y
con una trama novelística que les da unidad. Pero además de la trama
novelística que hay casi siempre en las novelas de Dickens, siempre muestra una
crítica a algo que se debe reformar en el país: los orfelinatos en Oliver Twist, los tribunales en
Black House o las prisiones en Little
Dorrit, por ejemplo. Aquí se distingue Dickens mucho de Balzac, que era
un escritor esencialmente tradicionalista, nada reformador.
Charles Dickens logró reflejar perfectamente el mundo de la
infancia, algo en lo que coincide con Galdós.
A
diferencia de Dickens, lo cómico en Galdós procede de condiciones universales
humanas. Charles Dickens saca lo cómico de circunstancias locales,
sociales o convencionales.
También en Dickens hay una tendencia hacia lo neurótico, las
exageraciones y lo morboso; sus personajes son buenos o malos, es decir, poco
flexibles.
Balzac
Balzac es mucho más nacional que Dickens y en este aspecto influye
en Galdós. El canario se dedica a retratar la sociedad española, al igual que
el galo hace lo propio con la francesa (se ocupó casi exclusivamente de
retratar la sociedad francesa). La
Comedia Humana es de los cuadros más variados y sorprendentes de toda
una sociedad. Eso sí, La Comedia Humana prescinde casi
enteramente de incluir a personajes de la clase trabajadora, excepto cuando son
campesinos (debido, seguramente, al hecho de escribir Balzac antes de que
llegara la revolución industrial).
Otro aspecto en el que
coincide Galdós con Balzac es en el de los personajes que aparecen en varios libros,
es decir, un mismo personaje de una novela puede aparecer en otra, creándose de
este modo “la impresión de mundo propio y
autosuficiente, de un mundo donde el personaje no vive limitado a un círculo
reducido…la reaparición de los personajes contribuye a humanizarlos y permite
verlos como a los hombres se les ve en la vida cotidiana a través de miradas
diversas y en momentos distintos”.
La interpolación de elementos
morales: la observación y simpatía con que retrata Balzac la aristocracia
y la clase media (muy especialmente la aristocracia) son excepcionales. Balzac
es un entusiasta del gobierno de la clase alta y un gran defensor del
catolicismo, aunque en absoluto del Clero, llegando a críticas tan sañudas y
mordientes como El cura de Tours.
En cambio, el revés de la sociedad contemporánea nos pinta una sociedad secreta
de aristócratas católicos que dedican sus vidas a la religión.
Lo folletinesco se hace inevitable a estos autores, en una
tradición que heredan de etapas anteriores.
Dostoievsky
Muchas de las semejanzas
entre Dostoiesky y Galdós estriban en la creación de personajes con “mirada
profunda” y “perspectiva múltiple”, alejados totalmente de la rigidez y el
monoplano y encaminados a que su carácter fuera modelado por el punto de vista
de los demás personajes.
Cervantes
La influencia de Miguel
de Cervantes en la obra de Galdós es más que evidente, pues el autor canario
fue un ávido lector de las obras cervantinas. Ambos sienten una actitud
entrañable hacia el hombre; no hacia la humanidad en abstracto y
procuran integrar lo real y lo maravilloso o la cordura y la
demencia, sirviéndose del contraste entre diversos aspectos de la realidad para
conquistar una verdad más compleja…una verdad total.
Son también rasgos quijotescos el humor,
la socarronería, la proximidad al pueblo, el sentimiento moral o
la concepción perspectivista de la realidad. También el concepto de Naturaleza
y sus relaciones dialécticas con el ser humano: aquellos personajes que
transgredían el orden natural eran castigados por ella.
El Naturalismo
- Uno de los rasgos naturalistas de Galdós era el procedimiento
experimental, detallista.
- También compartía con los naturalistas la intuición
de buscar el sentido de lo humano integral en lo más bajo y miserable (tanto
en la sociedad como en el individuo). Estos instintos se manifiestan libres y
sin ningún dominio de una idea superior que los ordene y que los arregle (hay
ejemplos de ello en Fortunata y
Jacinta).
- La importancia de considerar al individuo
en relación con el hecho social.
Por el contrario, Galdós rechaza al Naturalismo en
los siguientes aspectos:
- En Galdós, tiene mayor importancia el
amor, como sentimiento del alma; en clara oposición al simple
erotismo o sexo de los naturalistas franceses.
- También Galdós estaba en contra del determinismo,
es decir, todo acontecimiento físico, incluyendo
el pensamiento y acciones humanas, está causalmente
determinado por la irrompible
cadena causa-consecuencia y, por tanto, el estado actual "determina"
en algún sentido el futuro.
Lenguaje
El autor canario no era
precisamente amante de la formas, pues éstas iban claramente en contra de
plasmar la realidad tal y como es. Galdós buscaba la
sencillez y se despreocupaba por las ataduras de las formas, en un claro
intento de reflejar en su obra cómo hablaba y se expresaba realmente la
sociedad de su época. Así, Galdós recurría incluso a reproducir el lenguaje de
las clases medias y bajas, e incluso las germanías (jerga
empleada por presos, por
criminales, etc.).
Los diálogos de los personajes era una forma clara de lograr
caracterizarlos.
Técnicas descriptivas y narrativas
Entre
las técnicas descriptivas, Galdós empleaba la llamada “descripción dinámica”,
es decir, la ausencia de detenimiento sin perder por ello la precisión a la
hora de hacer más creíble a los personajes.
La “imagen reveladora”, que produce una
caracterización certera de personajes, tanto principales como secundarios (por
medio de una metáfora, de una comparación o de una metonimia).
También empleaba Galdós
la “imagen continuada”, o lo que es lo mismo:
concentrar la atención del lector en la caracterización de una situación o
personaje sin fijarla rígidamente. Con ellos se puede crear imaginativamente un
mundo y sus gentes o trazar el contorno de un alma.
Benito Pérez Galdós
aspiró siempre a conseguir el llamado “narrador
objetivo”, aquel que trata de no influir en el lector con la ausencia de
la adjetivación.
Otra técnica empleada era
“la forma dialogada”, consistente en el empleo
de diálogos que ayuden a dramatizar el desarrollo de la acción en sus novelas
de situaciones. Si bien esta técnica ayudaba también a caracterizar al
personaje, no ayudaba a la hora de que éste expresara sus sentimientos, deseos
o impulsos o afectos inaccesibles a la palabra; por lo que recurría a insertar
relatos de sueños o estados en los que la razón queda desechada, como los
estados de locura de algunos de sus personajes o las visiones de otros. La
iluminación de esos ámbitos oscuros aportará una visión completa del hombre y
del mundo.
También Galdós hizo uso
del “monólogo interior”: A través del mismo,
podemos conocer los pensamientos de los personajes, la tensión de los
caracteres, conflictos planteados y aún no resueltos, deseos reprimidos, etc.
El mérito de Galdós reside en dar la sensación de que piensa el personaje y no
el autor.
Otra técnica empleada es
el “género epistolar”, mediante el cual da a
sensación de que habla el personaje y no el autor; a la vez que los hechos se
presentan de forma eslabonada y no sistemática: el lector no recibe más
información que el lector personaje de las cartas (se ve en Doña Perfecta).
Técnicas impresionistas:
realización de una descripción coloreada, por la atención a los detalles
exteriores y a la fijación de una escena o un personaje mediante acumulación de
pormenores: aromas, colores, ruidos.
A pesar de todos estos
procedimientos, Benito Pérez Galdós era consciente de que no era posible un
total distanciamiento del autor de su obra, y explícitamente lo reconoce en el
prólogo de El
Abuelo.
La
maestría del lenguaje galdosiano ha sido muchas veces
ponderada y otras veces denostada, pero el lenguaje popular, la lengua viva en las
familias o en la intimidad de los amantes, ha sido estudiado con esmero para
comprobar que los personajes representan las hablas de las diferentes capas
sociales.
El dominio
del registro humorístico y todos sus territorios adyacentes como la ironía, la parodia,
la caricatura y los elementos grotescos (así como los sueños, alucinaciones,
fantasías y símbolos) van ampliando su frecuencia e importancia conforme va
llegando su última etapa novelística. La novela de Galdós ha sido considerada
la suma del español del siglo XIX donde el caudal léxico, la fraseología
popular y coloquial, el descenso hacia el amaneramiento de la jerga oratoria de
los políticos o el encanallamiento expresivo de la plebe, tiene una
manifestación excelsa. Es el gran artífice del lenguaje oral, del que se sirve
para los más variados recursos y provee de sutiles complejidades afectivas y
psicológicas. Está en la línea de la oralidad que se abre con La Celestina y El Lazarillo de
Tormes. Galdós llega a una solución de síntesis entre recursos
lingüísticos y discursivos de la lengua viva.
Trayectoria vital, ideología literaria
Si bien Galdós tuvo influencias del Naturalismo francés en 1884
y en 1885, se desvinculó totalmente de las mismas, al
igual que lo hicieron Emilia Pardo Bazán o Leopoldo Alas Clarín, quienes se
desmarcaron totalmente de Emilie Zola.
Galdós tenía claro que ya el Realismo español tenía precedentes claros en clásicos como El Buscón de Quevedo, El Lazarillo de Tormes, en El Quijote de Miguel de Cervantes
o incluso en La Celestina.
Incluso con Pereda y su costumbrismo en el siglo XIX. Galdós se decantó
claramente por el “Realismo tradicional español”, el cual responde mejor a la
verdad humana, como ocurría en la picaresca, sobre todo en El Buscón. Para Galdós, “las
crudezas descriptivas pierden toda repugnancia bajo la máscara burlesca
empleada por Quevedo”, lo cual resulta clave para entender su personal
punto de enfrentamiento con el Naturalismo de Zola: la máscara burlesca ejerce
una distancia espiritual en la percepción de la realidad cruda, la cual es
necesaria antes que el objetivismo científico reclamado por el Naturalismo
ortodoxo. Galdós venía a decir que el Naturalismo español, que concertaba lo
serio y lo cómico, respondía mejor que el francés a la verdad humana; por eso
mismo hablará de “la realidad de la
Naturaleza y del alma”, conjunción copulativa que tácitamente rechaza el “materialismo zolesco”,
añade Ayala. En definitiva, en su discurso inaugural de la RAE, expone su
definición de novela: “Imagen
de la vida es la novela y el arte de componerla estriba en reproducir los
caracteres humanos (…) todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de
balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción”.
En líneas generales y
siguiendo a Ángel del Río, la
trayectoria de Galdós podría definirse en términos generales afirmando que va
de lo histórico y social a lo individual; de problemas
generales, abstractos, a los problemas particulares del individuo y
del alma humana; del realismo,
que trata de de revelar lo interno por la descripción minuciosa, detallada, de
lo externo, al análisis psicológico que penetra en el
interior de la conciencia de sus personajes; de la materia al espíritu,
y de un concepto positivista de la vida,
la cual busca la verdad en los datos recogidos por la pura observación social
del presente, a un espiritualismo religioso
que ve en el presente y en la realidad simples manifestaciones temporales de
los valores eternos que dan sentido a la vida humana: amor, justicia, hermandad
entre los hombres…
Su ingente producción
alcanza treinta y dos novelas, cuarenta
y seis Episodios Nacionales, veinticuatro obras de teatro y muchos artículos, cuentos y ensayos de crítica literaria. Su preocupación es la
historia colectiva y personal, especialmente madrileña, pero también del resto
de España, que conocía con detalle en su exterioridad y su historia. La
libertad individual en política y creencias, la educación, el papel funesto de
la Iglesia en las conciencias, el progreso, son sus temas predilectos. Define la
clase media y simpatiza con movimientos progresistas como el Krausismo.
El
periodo revolucionario (1868 – 1874)
También se conoce como
“Periodo histórico”. A pesar de que muchos consideren que la producción de
Galdós comienza con La sombra (1867), es La
Fontana de Oro (1870) su obra más representativa de esta época.
Entre 1873 y 76 se vuelca con la primera serie
de Episodios Nacionales.
Galdós parte del Realismo
para evolucionar al Naturalismo, como señalaron Casalduero y Shoemaker. Galdós
veía a la clase media urbana contemporánea como filón inagotable para la
novela, tratando de evitar el tono romántico del folletín.
En 1870 y en “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”,
Galdós culpa al escapismo romántico el hecho de que España no estuviera a la
altura de su tiempo y de los demás países de su entorno. Era necesario acabar
con la fantasía ligera y los héroes de novela, cuando había una burguesía
atractiva que estaba accediendo al protagonismo de la vida nacional y hacía
frente a una aristocracia degenerada; aparte de un pueblo que se debatía entre
las artes de la supervivencia, las modas efímeras y las permanentes esencias.
Este proceso necesitaba de un cronista, de un crítico y de un narrador... Era
necesario dar una nueva visión del mundo, aunque para ello el novelista tuviera
que enfrentarse a la Iglesia.
Las obras de este periodo están escritas desde la perspectiva
ideológica de una burguesía todavía en marcha ascendente, centrándose en algunos
de sus principales obstáculos:
- El radicalismo.
- La reacción.
- El proletariado militante, que con su creciente aparición
histórica pretende realizar su propia revolución por encima de la burguesía.
Tanto La fontana de oro
como El Audaz
son dos novelas históricas que muestran a Galdós el camino a seguir en Episodios Nacionales:
en la primera se propone descubrir los procesos ideológicos, sociales y
políticos operantes en la España de la época a través de la interpretación del
pasado reciente de un modo didáctico (estaba el levantamiento liberal de 1820 a
1823 y la situación análoga de 1868).
Obras como La
sombra tienen interés porque suponen un paso intermedio entre el
Romanticismo y el Realismo: sueños, alucinaciones, desdoblamientos de
personajes…Curiosamente muy cercanos a sus últimas producciones (El Caballero encantado o La razón de la sinrazón).
Las dos primeras series de Episodios Nacionales las escribe entre 1873 y
1879. Son novelas históricas en las que también mezcla personajes ficticios con
reales y la historia real con tramas ficticias. La primera serie engloba “La Guerra de la Independencia” y la
segunda se desarrolla en el “Reinado de
Fernando VII”. Algunos personajes se van repitiendo en cada serie, con lo
cual les da continuidad aquí hay una influencia de Balzac).
Según Shaw, el principal
problema de Galdós fue el equilibrio entre distintos aspectos:
- Entre sucesos históricos y ficción (la vida de sus
personajes).
- Entre fuerzas ideológicas opuestas, sin sacrificar sus
simpatías liberales.
- Entre narración e interpretación.
2.5.2 Los primeros años de la Restauración
(1875 – 1878)
Con novelas como Doña
Perfecta, Gloria, Marianela y La Familia de León Roch inicia
este periodo que tratan casos de conciencia de tema religioso y anticlerical.
Una serie de símbolos y alegorías sirven, como en Doña Perfecta, para subrayar la tesis religiosa.
Movido por su talante progresista, Galdós muestra en sus primeras narraciones
las consecuencias negativas de la intolerancia.
Surgen en esta época la segunda entrega de los Episodios Nacionales y
un grupo de obras denominadas como novelas de tesis.
A excepción de Marianela,
Galdós toca en todas las novelas de tesis el tema religioso.
La “cuestión religiosa” preocupaba a los dos bandos políticos enfrentados:
liberales y conservadores. Se trataba del enfrentamiento claro entre dos
pensamientos irreconciliables en aquel momento: progreso y religión.
En comparación con los Episodios Nacionales, cada
personaje es una síntesis de los muchos que aparecen en ellos. Se pasa de la
denominada “técnica del mural”, en donde cada objeto o
persona sólo tiene valor visto en el conjunto como elemento supeditado a la
composición general, a la “técnica
realista”. Trata de fundir lo social y lo individual en el carácter
(personalidad del ser), reflejando al mismo tiempo el ambiente donde ese
carácter se ha formado.
Una de las características de estas novelas de
tesis es el maniqueísmo,
la oposición de contrarios.
También se puede observar como característica que los personajes aparecen sin rasgos inherentes:
se puede ver la evolución de los mismos al final, cuando ya se ha creado una
imagen determinada de los mismos.
Ya por último, el autor es un director espiritual, de ahí la existencia del
monólogo abundante y del discurso aclaratorio. Las intromisiones de Galdós son
continuas y su partidismo se observa en numerosas ocasiones.
Galdós, según Shaw, estuvo interesado por la “religión
natural”; no la “religión sobrenatural”. No tragaba el fanatismo y
carácter inquisitorial de la Iglesia Católica, ni su dogmatismo e intromisión
en todos los asuntos de la vida cotidiana.
Dentro de estas obras, hay que diferenciar Marianela por
no abordar el tema religioso y sí el social de las minas del norte de España.
La ciencia con su poder liberador al devolverle el médico Teodoro la vista a
Pablo, teniendo como complejidad la finalización del enamoramiento de Pablo por
Marianela.
2.5.3
La época del Realismo (1881 – 1891)
Se inicia con La
desheredada, 1881 y finaliza con Realidad, 1889.
La desheredada
se publica en el mismo año que el liberal Sagasta sube al poder. Entre sus
características, podemos observar lo siguiente:
- Introducción de elementos naturalistas:
.
Incorpora “elementos sórdidos”
de la “realidad física y psicológica”.
. Inclinación hacia la “herencia y el determinismo social”
como factores determinantes de la conducta humana. Se desplaza a los barrios
bajos de Madrid.
- El paso de lo abstracto a lo concreto. Se
deja de ciudades ficticias para centrarse en Madrid.
-”Movilidad
social, en cuanto a que pasa de una sociedad cerrada y jerárquica, a
una fluida y cambiante.
- Sus personajes pasan de ser tendenciosos a sutiles, con
información a través de indicios.
- El diálogo se vuelve más realista, pasando al modo de”habla popular”.
- Recurre a la técnica de reaparición de personajes.
- Se percibe un cambio en el estilo, tono y tema:
. Tiene un discurso más objetivo.
. Pierde predominio el tema religioso y adquiere más importancia
la “dolencia social”.
. Significado profundo de la narración, con el empleo de nombres
simbólicos como Máximo Manso en contraposición con Manolito Piedra.
. Enlaza la historia de España con “historias personales” de
cada personaje.
Desde esta fecha, Galdós sigue el idealismo educativo de los
krausistas y se perfila como el precursor del regeneracionismo
noventayochista. Juegan un papel importante:
- El antagonismo de clases.
- Reivindicaciones sociales de la clase obrera.
La novela cumbre es Fortunata
y Jacinta
(dos historias de casadas), escrita después de un viaje a
Francia y que para Gilman es un Danza
de la Muerte del siglo XIX, en la que son llamadas a comparecer las más distintas
personalidades y clases para oír su declaración, en un español oral, limpio y
complejo.
Montesinos ha dicho que la obra es una “selva de novelas entrecruzadas”, es decir, tres o quizás cuatro:
la primera sería La boda de Juanito y
Jacinta. La segunda, La boda
de Fortunata y Maximiliano Rubín. La tercera contiene La pasión y muerte de la mujer,
con el enloquecimiento del marido, con un punto culminante en la maternidad de
la heroína, que concibe un hijo de Juanito.
Gullón ha visto una sucesión de triángulos afectivos cambiantes,
donde Fortunata es la piedra que cierra la bóveda. Los personajes se encajan en
una realidad política, económica y social muy tupida, que se presenta en
continua evolución desde el asesinato de Prim, a la abdicación de Amadeo de
Saboya; de la “Guerra Carlista”, a la “Restauración borbónica”, y este decorado
externo pasa a ser parte de la ficción, donde “revolución, restauración” son títulos de capítulos que describen
las tensiones entre las parejas. El paisaje es esencialmente madrileño. La
figura de Fortunata crece pronto en la mente del lector y es la metáfora del
pueblo, la pasión brutal, la llama pura, el latido feroz como una patada, la
hermosura selvática e inextinguible, a pesar de la desgracia. La dulzura
bondadosa de Jacinta ejerce sobre ella una gran fascinación y un ansia de
emularla.
Además aparece en la obra
una ingente multitud de mil quinientos personajes y una mina de detalles precisos
sobre la vida cotidiana: 240 personajes de la aristocracia, 810 de la clase
media y 499 del pueblo. Son cifras que señalan la intención de construir una
novela de las clases intermedias. Es una historia de mujeres casadas con un
sentido trágico que responde a las tensiones dialécticas entre personajes y
sociedad. Juanito → burguesía; Fortunata → pueblo, se
integran en un triángulo amoroso donde chocan las clases sociales en un
decorado histórico reconocible, aunque quepan lecturas simbólico-mitológicas de
la obra.
2.5.4
El Idealismo (1891 – 1898)
Abriría un grupo novelas escritas en este periodo encabezadas
por Ángel Guerra,de
1891, y lo cerraría El
abuelo, de 1897.
Las novelas Ángel
Guerra, Nazarín y Misericordia
son antítesis de Torquemada, “nuevo
inquisidor que abraza a la nación española”. Galdós vuelve
al idealismo de sus primeras novelas, aunque de distinto
signo, pues miran al futuro y no al pasado. Son personajes
quijotescos que se estrellan contra el materialismo de la sociedad. En Misericordia y Nazarín desciende hasta los
barrios bajos, reductos del amor y la generosidad.
Galdós propone una solución al problema social con un
“socialismo evangélico” que, sin embargo, conduce a sus personajes al fracaso
(Nazarín acaba siendo arrestado por la Guardia Civil).
Ángel del Río apunta que este idealismo no es una mera copia de
Tolstoi o Dostoiesky, sino una evolución lógica de su arte y de su manera de
ver la vida.
En esta época, Galdós se dedicará a igualmente a la creación de
dramas y comedias. No tuvo el mismo éxito en este género, pero innovó y dio un
paso definitivo hacia la modernización de diálogos
2.5.5
Militarismo republicano (1898 – 1920)
Los Episodios
Nacionales, dramas y comedias ocuparán sus últimos años. Tan sólo
escribió tres novelas: Casandra
(1905), El caballero
encantado (1909) y La
razón de la sinrazón (1915).
Coincidiendo con el “Desastre del 98”, Galdós da una nueva
dirección a su vida y a su obra. Se trata, en palabras de Víctor Fuentes, de “un
carácter militante”, acorde con su pertenencia al Partido Republicano y
posteriormente a la Conjunción republicano-socialista.
Obras de teatro como Electra
(1901) o novelas como Casandra
(1910) serán medios de combate a favor del republicanismo. La primera de ellas
vincularía a Galdós con los modernistas primero y con los noventayochistas
después, fundando ellos incluso la revista “Electra”.
Un aspecto noventayochista de Galdós será “Castilla, lo castellano y su paisaje”,
un paisaje histórico en el que viven hombre reales, lejos del “campo
idealizado, estático, refugio de escapistas idealizante” de Azorín. También se
encuentra en él el concepto unamuniano de “intrahistoria”. El
motor de la historia es ahora el pueblo
(un cambio radical con respecto a su primera época).
En 1898 vuelve a retomar los Episodios Nacionales, obligado por
su penuria económica tras el pleito con su socio y editor Miguel de la Cámara;
sin embargo, su visión de la vida española ya es otra; pues la burguesía, en la
que confiaba como agente de cambio, había traicionado los ideales de la
Revolución del 68. Los últimos episodios, según Ángel del Río, penetran más en
la realidad española, carecen del “romanticismo afectista de su primera época”,
a la vez que sus recursos de narrador se han enriquecido.
Tanto en esta última serie de Episodios Nacionales como en El
caballero encantado, se ve el antagonismo social.
En El Caballero encantado,
Galdós propugna una “síntesis socializante”, a la que se llegará mediante la
identificación de las clases medias y altas (del sector progresista y juvenil
de éstas, y tras una regeneración educativa) con el pueblo y sus aspiraciones.
La influencia de Cervantes se hace evidente desde el mismo
título, pasando por personajes y pasajes. Se puede ver en el libro realidad e
imaginación, el realismo y la fantasía se interrelacionan a lo largo de ella…Lo
que se ha llamado “realismo total”.
A través de su desarrollo, quedarán plasmadas las diversas
clases y sus integrantes: proletariado, campesinado, caciques, aristócratas…
Se denuncian varios asuntos como el caciquismo, fuente de corrupción política y
social; la religión y el
clericalismo; el absentismo;
los políticos;
el analfabetismo:
uno de los grandes temas de Galdós es la “educación como instrumento, no ya para regenerar el país, sino
para transformarlo”.
El
Caballero encantado entronca con la literatura e
ideología regeneracionista. Tengamos en cuenta que su protagonista se regenera
y que aparece el tópico de la “España enferma”; sin embargo, no está marcado
por su pesimismo.
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